El autor de La vuelta al mundo en ochenta días,
Cinco semanas en globo y muchas
otras recordadas historias que han hecho deleitar a centenares de
lectores en muchas partes del mundo disfruta su vida, trabajando feliz,
en su casa ubicada en la localidad francesa de Amiens, un tranquilo
pueblo provinciano situado en la ruta directa desde las localidades de
Caláis y Bolonia hasta París.
El habitante más humilde de la ciudad puede indicarle donde se
encuentra la residencia de Julio Verne. Está ubicada en el No. 1
Rue Charles Dubois. Es una encantadora casa de estilo antiguo,
situada en la esquina de una calle desviada por un amplio
bulevar.
La
pequeña puerta cubierta por una pared de líquenes fue
abierta por una vieja empleada de apariencia alegre. Tan pronto como le
dije que había concertado una cita anteriormente me llevó
a través del pavimentado patio limitado a ambos lados por
irregulares y pintorescas construcciones flanqueadas por una corta
torre, lo cual representa un típico rasgo de las casas de campo
francesas. Al tiempo que la seguía, pude admirar el
jardín de la casa. Estaba formado por grandes hayas que
cobijaban con su sombra grandes extensiones de un césped bien
cuidado, donde destacaban hermosas flores. Aun cuando ya la
época de otoño entraba en sus finales todo estaba
exquisitamente limpio y arreglado. No se veía una sola hoja a lo
largo del ancho camino arenoso donde el veterano novelista toma cada
día uno de sus frecuentes paseos.
A través de un camino de grandes
piedras, la sirvienta de la casa me guió hacia un acogedor
portal lleno de palmas y florecientes arbustos, luego del cual se
encontraba el salón principal donde después de unos pocos
minutos de espera se me unieron mi anfitrión y anfitriona.
Tal y como ha expresado en otras ocasiones el famoso autor su esposa ha
jugado un papel importante en todos y cada unos de sus triunfos y
éxitos. Resulta difícil de creer que la anciana dama, que
aún conserva su espíritu juvenil y la famosa
picardía francesa, haya celebrado el año precedente sus
bodas de oro.
Julio Verne, en su
apariencia personal, no resume la idea popular de un gran autor.
Más bien da la impresión de ser un caballero rural culto
y esto a pesar del hecho que siempre viste de negro, lo que significa -
para los franceses - la pertenencia a las clases profesionales. Su
chaqueta está decorada con un pequeño botón rojo
lo cual denota que el portador posee la alta distinción de ser
funcionario de la Legión de Honor. Al haberse sentado,
observé que mi anfitrión no parecía tener setenta
y ocho años. Mi criterio fue más convincente cuando
verifiqué que había cambiado muy poco físicamente
al compararlo con el gran retrato que colgaba sobre la pared -
precisamente en la dirección opuesta al de su esposa -, el cual
había sido pintado veinte años atrás.
Verne es singularmente modesto sobre su
trabajo y no mostró ningún deseo de hablar sobre sus
libros o de él propiamente. Si no hubiera sido por la amable
ayuda de su esposa, cuyo orgullo por el genio de su marido pude
atestiguar, me hubiera sido difícil persuadirlo para que me
ofreciera algunos comentarios sobre su carrera literaria o sus
métodos de trabajo.
"Yo no puedo recordar la época" - contestó, en
respuesta a una pregunta -, "en la cual yo no escribía, o
intentaba ser un escritor y como podrá constatar en breve,
muchas cosas conspiraron contra eso. Conoce que soy bretón de
nacimiento. Mi pueblo nativo fue Nantes, pero mi padre era parisino por
educación y costumbres. Él era consagrado a la literatura
y aún cuando era demasiado modesto para hacer algún
esfuerzo por popularizar su trabajo, era un poeta. Quizás fue
por esto que yo comencé mi carrera literaria escribiendo
poesía, - siguiendo tal vez el ejemplo de los literatos
franceses, en ciernes, de la época -, las cuales tomaban la
forma de tragedias en cinco actos'' - concluyó diciendo
con una sonrisa en los labios.
"Mi primer trabajo en serio fue, sin embargo" - agregó
después de una pausa -, "una comedia escrita en
colaboración con el hijo de Alejandro Dumas, quien fue y ha
continuado siendo uno de mis mejores amigos. Nuestra obra fue llamada
Las pajas rotas y fue puesta en escena en el Teatro
Gymnase en París. No obstante, aunque disfrutaba mucho el
trabajo dramático, percibí desde el primer momento que no
me traería nada en materia de fortuna."
"Y aún" -
continuó despacio -, "nunca he perdido mi amor por la
escena y todo lo que esté conectado en alguna forma a la vida
teatral. Una de las más reconfortantes alegrías que me ha
traído mi historia como escritor, ha sido precisamente la puesta
en escena exitosa de muchas de mis novelas, en especial Miguel Strogoff.
"Me han preguntado a menudo que fue lo que me dio la idea de
escribir lo que - a la búsqueda de un nombre mejor -
serían las novelas de género
científico."
"Siempre me he consagrado al estudio de la Geografía, tanto
como la mayoría de las personas se deleitan al estudiar Historia
o tomar partes en investigaciones históricas. Realmente pienso
que mi amor por los mapas y los grandes exploradores me llevaron a
componer la primera de la larga serie de novelas
geográficas."
"Cuando
escribí mi primer libro, Cinco semanas en globo,
escogí Africa como la escena de la acción por la simple
razón de que era y es el continente menos conocido, e
inmediatamente pensé que la manera más ingeniosa en que
esta porción de la superficie del mundo podría explorarse
sería desde un globo. Disfruté mucho al escribir la
historia y debo agregar que tanto en aquella como en todas mis novelas,
las cuales son basadas en una previa investigación, he tratado
que los hechos narrados en ellas estén lo más cercano
posible a la vida real."
"Una vez que la historia fue
terminada le envié el manuscrito al conocido editor
francés Julio Hetzel. El leyó el cuento, se
interesó en él y me hizo una oferta que yo acepté.
Puedo decirle que este excelente hombre y su hijo se convirtieron y han
continuado siendo mis grandes amigos. La firma está por publicar
mi septuagésima novela"
¿Entonces usted no pasó
momentos de ansiedad y espera para llegar a la fama? - pregunté
-. ¿Su primer libro se convirtió inmediatamente en un
éxito de venta tanto en casa como en el
extranjero?.
"Sí" - contestó él modestamente -,
"Cinco semanas en globo ha sido hasta los días de
hoy una de las más leídas de mis historias, pero usted
debe recordar que yo tenía treinta y cinco años cuando
este libro fue publicado, y me había casado ocho años
atrás" - concluyó dirigiendo su mirada a su esposa
con aire de galantería.
¿Su amor por la Geografía no lo previno de que usted
poseía una gran inclinación hacia las Ciencias?
"No me califico como un
científico, pero me siento afortunado de haber nacido en una
época de descubrimientos notables y quizás de algunas
maravillosas invenciones."
"Usted está indudablemente consciente" - dijo la
señora Verne orgullosamente - "que muchos fenómenos
científicos aparentemente imposibles descritos en las novelas de
mi esposo se han convertido en realidad"
"Todo es una mera coincidencia - intervino Julio -, y sin dudas se
debe al hecho de que incluso al inventar fenómenos
científicos siempre he tratado de que todo parezca tan verdadero
y simple como sea posible. En cuanto a la exactitud de mis
descripciones debo eso en gran medida al hecho que, incluso antes de
que yo comience a escribir una novela, siempre hago numerosos apuntes
de cada libro, periódico, revista o reporte científico a
los que tengo acceso. Estas notas eran y son clasificadas según
el tema al que pertenecen. No tengo ni que decirle cuan valiosas han
sido para mí muchas de ellas."
"Estoy subscrito a más de veinte periódicos" -
continuó - "y soy un asiduo lector de cada
publicación científica. Incluso, además de mi
trabajo, una de las cosas que más disfruto es leer u oír
cualquier reseña sobre un nuevo descubrimiento o experimento en
los mundos de la Ciencia, la Astronomía, la Meteorología,
o la Fisiología."
¿Cree usted que estas lecturas misceláneas le sugieren
cualquier nueva idea para sus historias o depende usted totalmente de
su propia imaginación?
"Es imposible decir lo que lo hace pensar a uno en el esqueleto de
una historia, a veces una cosa, a veces otra. Frecuentemente me ha
ocurrido que he tenido una idea en mi cerebro durante años y han
sido años después cuando he tenido la oportunidad de
desarrollarla en el papel, pero siempre que esto me pasa dejo plasmado
una nota sobre la idea en cuestión. Por supuesto, yo sí
he podido definir el principio de algunos de mis libros. Por ejemplo,
La vuelta al mundo en ochenta días, fue el resultado de
la lectura de una propaganda turística que fue publicada en un
periódico. El párrafo que llamó mi atención
mencionó el hecho de que, actualmente, sería bastante
posible que un hombre viajara alrededor del mundo en solo ochenta
días. Inmediatamente se me ocurrió la idea de que el
viajero, beneficiado por la diferencia horaria, podría adelantar
o retrasar un día en el viaje. Fue esta idea inicial la que
realmente dirigió toda la acción de la novela.
Quizás recordará que mi héroe, el señor
Phileas Fogg, debido a esta circunstancia llegó a casa en tiempo
para ganar su apuesta, cuando él había imaginado que
había arribado a Londres un día
después."
Hablando de Phileas Fogg, al contrario de la mayoría de los
escritores franceses usted parece disfrutar dándole a sus
héroes nacionalidad inglesa o extranjera.
"Sí, considero que los miembros de la raza angloparlante
siempre fabrican excelentes héroes, sobre todo cuando se trata
de una historia de aventuras o de descubrimientos científicos.
Admiro el aplomo y las cualidades de esa nación que siempre
intenta ir hacía adelante, y que ha plantado el pabellón
británico en una gran porción de la superficie del
planeta."
Sus historias también difieren de las de sus
coterráneos - me aventuré a observar - considerando que
en ellas el sexo juega un pequeño papel.
Una mirada de aprobación proveniente de mi anfitriona me hizo
darme cuenta de que ella estaba de acuerdo con la veracidad de mi
observación.
"Niego esa afirmación por completo" - intervino Julio
visiblemente acalorado. "Tomemos por ejemplo a Mistress Branican y las encantadoras
jóvenes que aparecen en muchas de mis novelas. Siempre que haya
alguna necesidad de introducir el elemento femenino, allí lo
encontrará." Hizo una pausa y luego me dijo sonriendo:
"El amor es una pasión absorbente y deja poco espacio para
algo más en el corazón humano, mis héroes
necesitan de mucho ingenio para llegar a sus propósitos finales
y la presencia de una encantadora joven puede interferir en sus
objetivos. Siempre he deseado al escribir mis novelas que ellas luego
se pongan, sin la menor vacilación, en las manos de todas las
personas jóvenes y por esta razón he evitado
escrupulosamente cualquier escena que provoque que un chico piense que
a su hermana no le gustaría leerla."
"Antes que la luz del día se desvanezca, ¿no le
gustaría subir para ver el lugar de trabajo y estudio de mi
esposo? - preguntó mi anfitriona -."Luego podremos
continuar nuestra conversación."
Con la guía de la señora
Verne pasamos una vez más al vestíbulo, donde una puerta
se abrió, guiándonos hasta una escalera en forma de
espiral. Al subir llegamos al conjunto de habitaciones donde el
señor Verne ha pasado la mayor parte de su vida y desde donde ha
escrito muchos de sus libros más encantadores. A medida que
íbamos caminando por el corredor tuve la oportunidad de ver
algunos mapas - vivos testimonios del gran deleite de su dueño
por la Geografía y la necesidad de la información precisa
- colgados en la pared.
"Es aquí" - dijo
la señora Verne al momento que abría la puerta de una
pequeña habitación, - "que mi esposo escribe todas
las mañanas. Debe conocer que él se levanta a las cinco y
a la hora de almuerzo - eso es alrededor de las once de la
mañana - termina su trabajo por el resto del día, ya sea
que esté escribiendo o corrigiendo algún manuscrito.
Generalmente cada tarde se retira a dormir aproximadamente a las ocho o
media hora después de las ocho"
El escritorio de madera está
situado delante de una gran ventana, exactamente en la dirección
opuesta de la pequeña cama. De esta manera, en las
mañanas de invierno, cuando Verne hace una pausa en su trabajo
matutino, puede divisar el alba que comienza a observarse por encima de
la espiral de la Catedral de Amiens. La pequeña
habitación se encuentra desprovista de toda
ornamentación. Solo aparecen dos bustos, uno de Moliere y otro
de Shakespeare, y algunos cuadros, incluyendo uno - pintado con
acuarela - del yate de mi anfitrión, el St. Michel, un
espléndido pequeño velero en el cual él y su
esposa pasaron hace algunos años atrás muchas de las
horas más felices de sus vidas.
Al salir de la alcoba se encuentra un largo
apartamento que resulta ser la biblioteca de Julio Verne. La
habitación está formada por armarios y en el centro de la
misma se encuentra una gran mesa bajo la cual aparecen un gran bulto de
periódicos, revistas e informes científicos, todos
cuidadosamente ordenados, además de una representativa
colección de literatura periódica francesa e inglesa. Un
gran número de cartones - que ocupan, sin embargo, poco espacio
- contienen las más de veinte mil notas que el autor ha
almacenado durante su larga vida.
"Dime cuales son los libros que un
hombre lee y te diré que tipo de hombre es", reza un viejo
refrán que puede ser perfectamente aplicado a Julio Verne. Su
biblioteca es estrictamente para su uso, no para mostrarla. En ella hay
copias bien usadas de amigos tan intelectuales como Homero, Virgilio,
Montaigne y Shakespeare. Aunque un poco roídos por el tiempo,
pero muy estimadas por su dueño, se encuentran ediciones de
libros de Fenimore Cooper, Dickens y Scott los cuales denotan un uso
constante. Con una apariencia más actual se pueden encontrar
además en la colección muchas de las más famosas
novelas inglesas.
"Estos libros le
mostrarán" - observó Verne genialmente - "cuan
sincero es mi afecto por la Gran Bretaña. Toda mi vida me he
deleitado con los trabajos del señor Walter Scott y le puedo
asegurar que, durante una inolvidable gira a las islas
británicas, pasé mis días más felices en
Escocia. Aún veo, como en una visión, la hermosa y
pintoresca Edimburgo, con el corazón de la ciudad llamado ahora
Midlothian1, y sus muchos
recuerdos memorables; la región montañosa nombrada
Highlands2; de la
olvidada Iona3 y de las
salvajes Hébridas4. Por supuesto, para alguien familiarizado con los
trabajos de Scott existen muy pocos distritos de su tierra nativa que
no tenga alguna asociación con el escritor y su trabajo
inmortal."
¿Cuál fue la
impresión que se llevó cuando visitó
Londres?
"Me considero un devoto del Támesis5 . Yo
pienso que el gran río es el rasgo más llamativo de esa
extraordinaria ciudad."
Me gustaría que me diera su opinión sobre los libros
de aventuras que leen en nuestro tiempo los jóvenes. Por
supuesto, usted sabe que Inglaterra lleva la delantera con respecto a
este tipo de literatura.
"Sí. De hecho, muy notable con ese clásico, admirado
por igual tanto por jóvenes como por adultos, llamado
Robinson Crusoe. Quizás yo le sorprenda si le dijera que
no obstante sigo prefiriendo a la vieja historia de El Robinson
suizo. La gente olvida que la historia de Crusoe y Viernes fue
sólo un episodio de un volumen de siete tomos. Desde mi punto de
vista, el gran mérito del libro es que fue al parecer la primera
historia escrita sobre este tema. Todos nosotros hemos escritos sobre
robinsones" - agregó sonriendo -, "pero es una
pregunta discutible si cualquiera de ellos hubieran visto la luz de no
haber tenido un prototipo tan famoso."
¿Y en que lugar usted ubica al resto de los escritores
ingleses de novelas de aventuras?
"Infelizmente, solo he podido leer aquellos trabajos que han sido
traducidos al francés. Nunca me canso de leer las obras de
Fenimore Cooper; algunas de sus novelas merecen la verdadera
inmortalidad y estoy seguro que serán aún recordadas
mucho después de cuando los llamados gigantes literarios de
estos tiempos sean olvidados. Disfruto mucho las animadas historias del
capitán Marryat. Debido a mi desafortunada incapacidad de leer
en inglés no estoy tan familiarizado, tanto como debo estarlo,
con autores como Mayne Read y Robert Louis Stevenson. No obstante, de
este último me gusta mucho su Isla del tesoro, de la cual
poseo una traducción. Cuando la leo, me parece que la obra tiene
una frescura extraordinaria en el estilo y un poder enorme. No he
mencionado" - continuó - "al escritor inglés
que considero como el maestro de todos. Él es Charles
Dickens" - expresó Verne al momento que su rostro se
iluminó con entusiasmo juvenil. "Considero que el autor de
Nicholas Nickelby y David Copperfield, posee sentimiento,
humor, argumentos, y poder descriptivo. Cualquiera de estas
características le hubiera elaborado una buena reputación
a cualquier mortal menos dotado, pero insisto nuevamente, él es
uno de aquellos cuya fama pudiera irse desvaneciendo pero nunca
desaparecerá."
Una vez que Julio terminó sus comentarios, su esposa me hizo
notar la existencia de un gran estante lleno de cientos de libros de
ediciones recientes y aparentemente poco leídos.
"Aquí" - dijo -, "puede ver varias ediciones de
libros de mi esposo en diferentes idiomas: francés,
alemán, portugués, holandés, sueco y ruso. Incluso
hay una traducción japonesa y árabe de La vuelta al
mundo en ochenta días. Mi amable anfitriona tomó y
hojeó las paginas del libro con el cual un árabe puede
leer las aventuras del señor Phileas Fogg.
"Mi esposo" - agregó -
"nunca ha releído un capítulo de una de sus novelas.
Cuando los últimos borradores son corregidos su interés
en ellos termina, a pesar del hecho de que a veces ha estado pensando
durante años de su vida en el argumento de una novela o
inventando escenas que figuren en sus historias."
¿Cuáles son sus métodos de trabajo? -
pregunté. Supongo que usted no tenga objeción alguna en
brindarnos su receta
"No se" - contestó de buen humor -, "cual es el
interés que el público puede encontrar en tales cosas.
Pero de todos modos los iniciaré en los secretos de mi labor
literaria, aunque no le recomiendo a nadie que proceda con el mismo
plan, porque pienso que cada uno de nosotros trabaja con su propio
estilo e instintivamente conoce cuál es el mejor método.
Bien, yo comienzo haciendo un borrador de lo que será mi nueva
historia. Nunca empiezo un libro sin saber el principio, el desarrollo
y el desenlace del mismo.
"Hasta el momento siempre he tenido
la fortuna de no tener sólo uno, sino media docena de esquemas
definidos elaborados en mi mente. Si encuentro que alguna vez el asunto
se me torna muy difícil, entonces considero la posibilidad de
abandonar esa idea. Después de completar mi borrador preliminar,
preparo un plan de los capítulos que pudiera contener la
historia y es entonces cuando comienzo a escribir a lápiz la
primera copia, dejando un margen de media página para las
correcciones. Luego leo todo y escribo todo de nuevo, pero esta vez en
tinta. Considero que mi verdadera labor comienza con mi primer juego de
copias. Ahí no solamente corrijo algunas oraciones, sino que
vuelvo a escribir capítulos enteros. No parezco estar conforme
con mi historia hasta que no veo que está impresa.
Afortunadamente, mi amable editor me permite que haga tantas
correcciones como desee y frecuentemente estas llegan a ser ocho o
nueve. Envidio, pero no intento emular con el ejemplo de aquellos que
desde el primer capítulo hasta la palabra 'Fin', nunca
ven razón alguna para alterar o agregar una sola
palabra."
¿Este método de
composición debe retardar su trabajo
grandemente?
"No creo que sea así. Gracias a mis hábitos
regulares yo produzco invariablemente dos novelas completas al
año. Siempre me encuentro también adelantado en mi
trabajo; de hecho, en estos momentos, estoy escribiendo una novela que
presentaré en el año 97. En otras palabras, tengo cinco
manuscritos listos para ser impresos. Por supuesto" -
agregó pensativamente -, " esto lo he logrado con mucho
sacrificio. Comencé a trabajar fuerte desde temprano y mi
trabajo constante y su proporción sostenida han sido
incompatibles con los placeres de la sociedad. Cuando mi esposa y yo
éramos más jóvenes vivíamos en París
y disfrutabamos el mundo y sus placeres en su totalidad. Durante los
últimos doce años me he convertido en un simple habitante
de la ciudad de Amiens; mi esposa es nativa de este pueblo. Cincuenta y
tres años atrás, fue aquí donde la conocí
por primera vez y desde entonces poco a poco todos mis afectos e
intereses se han centrado en este pueblo. Algunos de mis amigos,
incluso, le dirán que me siento más orgulloso de ser
concejal de la ciudad que de mi reputación literaria. No niego
que disfruto a plenitud mi puesto en el gobierno municipal."
¿Ha seguido usted alguna vez el
ejemplo de tantos de sus propios personajes, viajando, como
fácilmente podría haber hecho, por varios lugares del
mundo?
"Sí, de hecho soy un aficionado apasionado a los viajes. En
algunas ocasiones pasaba una gran parte de cada año navegando en
mi yate, el St. Michel. Puedo decirle que soy devoto al mar y no
puedo imaginar nada más ideal que la vida de un marinero. Pero
junto a la edad me llegó un amor fuerte por la paz y la quietud
y..." - agregó el veterano novelista en tono triste -
"... ahora sólo viajo con la imaginación."
Creo que usted ha agregado sus
laureles como dramaturgo a sus otros triunfos
"Sí" - contestó -, "usted sabe que
nosotros tenemos en Francia un proverbio que dice que un hombre siempre
termina regresando a su viejo amor. Como le dije anteriormente, siempre
siento un deleite especial con todo lo que tiene que ver con el mundo
dramático; mi debut literario fue como dramaturgo y de las
tantas satisfacciones que he recibido por mi labor, ninguna me dio
más satisfacción que mi retorno a la escena."
¿Cuál de sus historias ha sido la más exitosa
en el teatro?
"Miguel Strogoff fue quizás la más popular.
Se escenificó en varios lugares del mundo. Luego, La vuelta
al mundo en ochenta días, tuvo mucho éxito y
más recientemente Matías
Sandorf fue representada en París. Pudiera divertirla el
hecho de que mi historia El Doctor
Ox fue tomada como base de una opereta hace unos diecisiete
años. En una época yo mismo me encargaba de montar mis
piezas teatrales, pero ahora mi contacto con el mundo teatral
sólo se limita a visitar el teatro de nuestra ciudad. Debo
admitir que en varias ocasiones buenas compañías de
teatro nos han honrado en el pueblo con su presencia."
Supongo - hablé dirigiéndome a la señora Verne
-, que su esposo recibe muchas comunicaciones de su inmenso club de
admiradores ingleses de amigos y lectores desconocidos.
"Sí" - respondió - "¡y piden muchos
autógrafos! Desearía que los pudiera ver. Si yo no
estuviera aquí para salvarlo de sus amigos, él
pasaría la mayor parte de su tiempo escribiendo su nombre en
pedazos de papel. Supongo que son pocas las personas que han recibido
epístolas tan extrañas como las que ha recibido mi
esposo. Las personas le escriben a él sobre cosas de cualquier
clase. Unos le sugieren una trama para una nueva historia, otros le
confían sus problemas personales o le hablan de sus aventuras o
le envían sus libros."
¿Alguna vez una de estos remitentes desconocidos han hecho
preguntas indiscretas sobre los planes para el futuro del señor
Verne?
Mi amable y cortés anfitrión respondió
por ella. "Muchos son tan amables que ni se muestran interesados
en cual será mi próximo libro. Si usted desea compartir
esa curiosidad, le gustará saber lo que aún no he
anunciado, excepto a mis amigos íntimos. Mi próxima
novela llevará por título La isla de hélice. Contiene un grupo
de nociones e ideas que han estado en mi mente durante muchos
años. La acción tendrá lugar en una isla flotante
creada por la ingeniosidad de un hombre. La isla es algo parecida al
transatlántico Great Eastern pero 10 000 veces mayor y en
ella viajan lo que pudiera ser llamado en este caso una
población móvil. Es mi intención" -
concluyó Verne -, "completar, antes de que mis días
de trabajo terminen, una serie que concluirá en forma de novela
mi estudio entero de la superficie del mundo y los cielos. Existen
todavía lugares del mundo a los que mis pensamientos no han
llegado. Como usted conoce, tengo una novela que trata sobre la Luna,
pero la gran historia está por escribirse aún y si la
salud y la fuerza me lo permiten, espero terminar el trabajo."
Faltaba aún media hora antes de
que el tren que hace la ruta Caláis - París (una vez tan
elocuentemente descrita por Rossetti) partiera y la señora
Verne, con bondadosa amabilidad, lo cual es muy peculiar en las mujeres
francesas bien educadas, me condujo a la catedral Notre Dame
d'Amiens, en la cual se podía leer en una piedra un
poema fechado en el duodécimo siglo. Dentro de sus paredes
majestuosas el turista inglés tiene la oportunidad de ver todos
los domingos al anciano hombre que con su pluma le ha dado muchas horas
felices tanto a jóvenes como a adultos.
1. Antiguamente
Edimburgo. Condado ubicada en la parte sudeste de Escocia.
2. Nombre de la parte montañosa
de Escocia, al noreste de Strathmore. Significa Tierras Altas
3. Isla escocesa ubicada al sur de las
Archipiélago de las Hébridas y al sudoeste de la isla
Mull
4. Archipiélago del Océano
Atlántico, próximo a la costa occidental de Escocia.
Forma parte de las Islas Britanicas y se compone de unas 200
islas
5. Río de Inglaterra que nace en
el condado de Gloucester, pasa por Oxford y por Londres y desemboca en
el mar del Norte.