Edgar Poe y sus obras
Capítulo III
El camelo del globo - Las aventuras de un
tal Hans Pfaall - Manuscrito hallado en una botella - Un descenso al
Maelstrom. - La verdad en el caso del señor Valdemar - El gato
negro - El hombre de la multitud - La caída de la casa Usher -
La semana de los tres domingos.
Llego ahora a El camelo del globo6. En algunas
líneas, les diré que la historia narra una
travesía del Atlántico, realizada en tres días por
ocho personas. La narración de este viaje apareció en el
periódico New York Sun. Muchos creyeron en ella, sin duda
los que no la habían leído aún, puesto que los
medios mecánicos indicados por Poe, la rosca de
Arquímedes, que sirve de propulsor y el timón, son
completamente insuficientes para dirigir un globo. Los aeronautas, que
parten de Inglaterra con la intención de llegar a París,
son arrastrados hacia América hasta alcanzar la isla Sullivan;
durante su travesía, se elevaron a una altura de veinticinco mil
pies. El cuento es corto y reproduce los incidentes del viaje con
más de rareza que de verdad.
Prefiero la historia titulada La incomparable
aventura de un tal Hans Pfaall7, de la cual les
hablaré más extensamente. Pero, me apresuraré en
decirles que, allí también, son transgredidas
intrépidamente las leyes más elementales de la
Física y la Mecánica; esto siempre me ha parecido
extraño de parte de Poe, que, con algunas invenciones, hubiera
podido hacer su relato más creíble; después de
todo, como se trata de un viaje a la Luna, no hay que mostrarse muy
exigente con los medios de transporte. El tal Hans Pfaall era un
delincuente demente, una especie de asesino soñador, que, para
no pagar sus deudas, decidió huir hacia la Luna. Partió
una bella mañana de la ciudad de Rotterdam, después de
haber tenido la precaución de hacer volar a sus acreedores,
valiéndose de una mina dispuesta a tal efecto.
Debo decir ahora cómo Pfaall llevó a
cabo este viaje imposible. Para tal efecto, llenó su globo de un
gas inventado por él, que era el resultado de la
combinación de una cierta substancia metálica o
semimetálica y de un ácido muy común. Este gas es
una de las partes constituyentes del nitrógeno, considerado
hasta entonces como irreducible, y su densidad es treinta y siete veces
menor que la del hidrógeno. Por tanto, hemos llegado
aquí, físicamente hablando, al dominio de la
fantasía; pero esto no es todo.
Ustedes conocen que es la presión del aire la
que hace que un aerostato se eleve. Al llegar a los límites
superiores de la atmósfera, a seis mil toesas aproximadamente,
si pudiera llegar hasta allí, se detendría en seco, y
ninguna fuerza humana podría hacerlo ir más allá;
es entonces que Pfaall, o más bien el propio Poe, comienza una
de sus raras disertaciones para demostrar que más allá de
las capas de aire, existe aún un medio etéreo. Estas
disertaciones se hacen con un aplomo notable, y se dan argumentos de
hechos muy falsos con el rigor más ilógico; en fin, se
arriba a la conclusión de que había una gran probabilidad
"de que en ningún momento de su ascenso alcanzara un punto
donde los pesos unidos de su inmenso globo, el gas inconcebiblemente
rarificado que lo llenaba, la barquilla y su contenido lograran igualar
el peso de la masa atmosférica desplazada por el
aerostato"
He aquí el punto de partida; pero no es
suficiente. En efecto, subir, subir siempre está bien; pero
respirar es también necesario. Pfaall lleva además un
cierto aparato destinado a condensar la atmósfera, por
enrarecida que ella esté, en cantidad suficiente como para poder
respirar.
De manera que tenemos aquí un aire que
será necesario condensar para proveer a los pulmones, y que, sin
embargo, en su estado natural, será no obstante lo
suficientemente denso para elevar el globo. Entienden ustedes la
contradicción de estos hechos. No insisto más.
Por otra parte, una vez admitido el punto de partida,
el viaje de Pfaall es maravilloso, lleno de inesperados comentarios, de
singulares observaciones; el aeronauta arrastra al lector con
él, hacia las altas regiones del aire; cruza rápidamente
una nube de tormenta; a una altura de nueve millas y media, siente que
sus ojos, que la presión atmosférica no puede mantener,
se le escapan fuera de sus órbitas, y que los objetos contenidos
en la barquilla se presentan bajo una forma monstruosa y falsa; se
eleva siempre; le sobreviene un espasmo; se ve obligado a hacerse una
sangría con su cortaplumas, la cual le proporciona un alivio
inmediato.
"A una altura de diecisiete millas - dice Pfaall
-, el panorama que ofrecía la Tierra era magnífico. Hacia
el oeste, el norte y el sur, hasta donde alcanzaban mis ojos, se
extendía la superficie ilimitada de un océano en aparente
calma, que por momentos iba adquiriendo una tonalidad más y
más azul. A grandísima distancia, hacia el este, aunque
discernibles con toda claridad, veíanse las Islas
Británicas, la costa atlántica de Francia y
España, con una pequeña porción de la parte
septentrional del continente africano. Era imposible advertir la menor
señal de edificios aislados y las más orgullosas ciudades
de la humanidad se habían borrado completamente de la faz de la
Tierra"
Pronto Pfaall alcanza una altitud de veinticinco
millas, y su mirada contempla no menos de la trescientas veintava parte
de la superficie de la Tierra; instala su aparato de
condensación; se encierra, él y toda la barquilla, en una
cámara de caucho; condensa la atmósfera a su alrededor, e
inventa un dispositivo ingenioso, que, por medio de las gotas de agua
que caen sobre su frente, lo despierta una vez por hora, de manera que
pudiera renovar el aire viciado acumulado en este estrecho espacio.
Día por día, lleva el diario de su
viaje. Había partido el primero de abril; el seis, se encuentra
en el Polo, observa los inmensos témpanos de hielo, y ve como el
horizonte se amplía súbitamente, debido al achatamiento
de Tierra. El siete, estima su altura en 7.254 millas, y tiene bajo sus
ojos la totalidad del diámetro mayor de la Tierra, con el
ecuador como límite del horizonte.
Entonces su planeta nativo comienza a disminuir
día a día; pero no puede ver la Luna que está casi
en su cenit, que el globo le oculta. El quince, un ruido aterrador lo
sumerge en el estupor; supone que un inmenso meteorito se ha cruzado en
su camino. El diecisiete, al mirar hacia abajo, fue presa de un terror
inmenso; el diámetro de la Tierra aparecía
súbitamente aumentado en una inmensa proporción.
¿Había reventado su globo? ¿Caía con la
más impetuosa e incalculable velocidad? Sus rodillas temblaron,
sus dientes castañeteaban, el pelo se le erizaba... Pero la
reflexión vino en su ayuda, y júzguese su alegría,
cuando comprendió que ese astro extendido bajo sus pies, y hacia
el cual descendía rápidamente, era la Luna en toda su
gloria.
Mientras dormía, el globo había
invertido su posición, y descendía entonces hacia el
brillante satélite cuyas montañas proyectaban masas
volcánicas en todas direcciones.
El diecinueve de abril, contrariamente a los
descubrimientos modernos, que prueban la ausencia completa de
atmósfera alrededor de la Luna, Pfaall notó que el aire
se tornaba cada vez más denso; el trabajo del condensador
disminuyó considerablemente; incluso pudo quitar su
prisión de caucho. Pronto notó que comenzaba a caer con
una velocidad terrible; lanzó rápidamente su lastre y
todos los objetos que contenía la barquilla, y por fin
llegó "como una bala al corazón mismo de una ciudad
de un aspecto fantástico, en el centro de una enorme multitud de
pequeños y feísimos seres que no pronunciaron una
sílaba, ni se preocuparon en lo más mínimo por
auxiliarle"
El viaje había durado diecinueve días,
Pfaall había franqueado una distancia aproximada de 231.920
millas. Mientras miraba la Tierra, la veía "como un enorme
y sombrío escudo de bronce, de dos grados de diámetro,
inmóvil en el cielo y guarnecida en uno de sus bordes con una
medialuna del oro más brillante. Imposible descubrir la
más leve señal de continentes o mares; el globo
aparecía lleno de manchas variables, y se advertían, como
si fuesen fajas, las zonas tropicales y ecuatoriales"
Terminaba así la extraña
narración de Hans Pfaall. ¿Cómo llegó esta
narración al burgomaestre de Rotterdam, Mynheer Superbus von
Underduck? Por un habitante de la Luna, ni más ni menos, un
mensajero del mismísimo Hans, que pedía regresar a la
Tierra; a cambio del indulto se comprometía a relatar sus
curiosas observaciones en el nuevo planeta "sobre sus maravillosas
alternancias de calor y frío, de la ardiente y despiadada luz
solar que dura una quincena, y la frigidez más que polar que
domina en la siguiente, del constante traspaso de humedad, por
destilación semejante a la que se practica al vacío,
desde el punto situado debajo del sol al punto más alejado del
mismo, de los habitantes en sí; de sus maneras, costumbres e
instituciones políticas, de su peculiar constitución
física, de su fealdad, de su falta de orejas, apéndices
inútiles en una atmósfera a tal punto modificada; de su
consiguiente ignorancia del uso y las propiedades del lenguaje; de sus
ingeniosos medios de intercomunicación que reemplaza la palabra;
de la incomprensible conexión entre cada individuo de la Luna
con algún individuo de la Tierra, conexión análoga
y sometida a la de las esferas del planeta y el satélite, y por
medio de la cual la vida y los destinos de los habitantes de la otra, y
por sobre todo, de los negros y horrendos misterios existentes en las
regiones exteriores de la Luna, regiones que, debido a la casi
milagrosa concordancia de la rotación del satélite sobre
su eje con su revolución sideral en torno a la Tierra, jamas han
sido expuestas, y nunca lo serán, si Dios quiere, al escrutinio
de los telescopios humanos."
¡Piensen en todo esto, queridos lectores, y vean
qué magníficas páginas Edgar Poe hubiese escrito
sobre estos extraños hechos! Él prefirió detenerse
allí, e incluso termina su cuento, demostrando que la
narración no podía ser otra cosa que un infundio. Por
tanto, él echa de menos, y nosotros lo echaremos de menos
juntos, esta historia etnográfica, física y moral de la
Luna, que hasta el día de hoy aún queda por hacer. Hasta
que alguien más inspirado o más audaz emprenda esta
aventura, es necesario renunciar a conocer la organización
especial de los habitantes de la Luna, la manera en que se comunican
entre ellos, incluso con la ausencia de la palabra, y sobre todo la
correlación que existe entre nosotros y los co-seres de nuestro
satélite. Me gusta la idea de que, viendo la situación
inferior de su planeta, ellos al menos serán buenos para
convertirse en nuestros sirvientes.
Dije que Edgard Poe había sacado efectos
variados de su fantástica imaginación; voy
rápidamente a mencionarles los más importantes,
citándoles algunos de sus cuentos, como Manuscrito hallado en
una botella8, que es la fantástica
narración de un naufragio, donde los náufragos son luego
recogidos por un navío imposible que es conducido por sombras;
Un descenso al Maelstrom9, excursión vertiginosa llevada
a cabo por pescadores de Lofoden; Los hechos en el caso del
señor Valdemar10, narración donde no se
permite que la muerte se apodere de un hombre utilizando la hipnosis;
El gato negro11, que es la historia de un asesino,
cuyo crimen fue descubierto por este animal, el cual torpemente fue
enterrado junto a la víctima; El hombre de la
multitud12, personaje singular que sólo
vive en las multitudes, a quien Poe, sorprendido, emocionado y
atraído muy a su pesar, sigue en Londres desde la mañana,
a través de la lluvia y la niebla, a las calles atestadas de
gente, a los bazares tumultuosos, entre los grupos de alborotadores, a
los distritos alejados donde se apiñan los borrachos, a
dondequiera que hubiera una multitud, que era su elemento natural. Para
terminar La caída de la Casa Usher13, aventura
escalofriante, sobre una muchacha que se creía muerta, que es
enterrada y que revive.
Terminaré con esta relación, mencionando
el cuento titulado Tres domingos por semana14. El cuento es de un
género menos lúgubre, aunque es extraño.
¿Cómo puede existir una semana de tres domingos?
Perfectamente, para tres individuos, y Poe lo demuestra. En efecto, la
Tierra tiene veinticinco mil millas de circunferencia, y gira sobre su
eje de este a oeste en veinticuatro horas, a una velocidad de mil
millas por hora. Supongamos que el primer individuo parte de Londres, y
avanza mil millas hacia el oeste; él verá el sol una hora
antes que el segundo individuo que permanece inmóvil. Luego de
avanzar otras mil millas, lo verá dos horas antes; al final de
su vuelta al mundo, al regresar a su punto de partida, él
habrá adelantado justamente un día entero sobre el
segundo individuo. Si el tercer individuo hace el mismo viaje, en las
mismas condiciones, pero en sentido inverso, es decir yendo hacia el
este, después de su viaje alrededor del mundo se habrá
retrasado un día. Entonces, ¿qué sucede con los
tres individuos reunidos un domingo en el punto de partida? Para el
primero, ayer era domingo, para el segundo, hoy mismo, y para el
tercero, será mañana. Ya ven, esto es una broma
cosmográfica dicha en términos curiosos.

6. Título
original: The balloon hoax. Publicado en New York Sun, el
13 de abril de 1844. Cronológicamente, fue el
cuadragésimo sexto cuento publicado. En la peor miseria
recién llegado a Nueva York con su mujer, Poe vendió el
relato al New York Sun, sugiriendo que se publicara como noticia
de último momento. Ganó unos pocos dólares y el
placer de contemplar a la multitud que se agolpaba frente a las
oficinas del diario y se arrebataba los ejemplares, algunos de los
cuales se vendieron a cincuenta centavos de dólar.
7. Título
original: Hans Pfaall. A tale. Publicado en Southern Literary
Messenger, en junio de 1835. Más conocido como The
unparalleled adventure of one Hans Pfaall. Cronológicamente,
fue el undécimo cuento publicado. Poe ha sido considerado
durante algún tiempo como padre de la anticipación
científica. En este relato a través de una
increíble historia nos transporta más allá de
nuestra imaginación, al extremo de sugerir un viaje hacia la
Luna, ¡en un globo!
8. Título
original: MS found in a bottle. Publicado en Baltimore Sunday
Visiter, el 19 de octubre de 1833. Cronológicamente, fue el
sexto cuento publicado. Muchos especialistas han creído ver en
este cuento una parábola del paso del hombre por la vida, y
muchos han elogiado la perfección de su factura. Este cuento
ganó el premio ofrecido por el Baltimore Saturday Visiter
e inició en cierto modo la carrera literaria de Poe. En una
carta a un amigo el propio Poe afirma que se trata de una de sus
primeras composiciones.
9. Título
original: A descent into the Maelström. Publicado en
Graham's Lady's and Gentleman's Magazine, en mayo de
1841. Cronológicamente, fue el vigésimo noveno cuento
publicado. Se dice que Poe tomó las ideas para este cuento de un
cuento publicado con anterioridad en un periódico
francés.
10. Título
original: The facts of M. Valdemar's case. Publicado en
American Review, en diciembre de 1845. Más conocido como
The facts in the case of M. Valdemar. Cronológicamente,
fue el quincuagésimo noveno cuento publicado. En Londres, este
relato fue tomado por un informe científico. El mesmerismo y sus
campos afines interesaban extraordinariamente en su época, en el
cuento no se retrocede ante el menor detalle descriptivo, por
repugnante que esta sea.
11. Título
original: The black cat. Publicado en United States Saturday
Post (Saturday Evening Post), el 19 de agosto de 1843.
Cronológicamente, fue el cuadragésimo primer cuento
publicado. Un cronista de la época vio en el trío
principal del cuento (el narrador, su esposa y el gato) un reverso
infernal de Poe, Viriginia, y la gata Caterina, tan mimada por ellos.
Se ha demostrado desde el punto de vista psicoanalítico los
elementos constitutivos de este cuento, uno de los más intensos
de Poe.
12. Título
original: The man of the crowd. Publicado en Burton's
Gentleman's Magazine, en diciembre de 1840.
Cronológicamente, fue el vigésimo séptimo cuento
publicado. El prestigio de este relato no parece basarse tanto en su
tema, ya de por sí interesante y sugestivo, como en la gran
habilidad técnica de su factura. El ensayo de
caracterización de una multitud - que tanto obsesionara a muchos
novelistas contemporáneos - se logra aquí con recursos
aparentemente simples, pero tras los cuales se esconde la sensibilidad
del observador.
13. Título
original: The fall of the House of Usher. Publicado en
Burton's Gentleman's Magazine, en septiembre de 1839.
Cronológicamente, fue el vigésimo segundo cuento
publicado. Para muchos especialistas de la época, Poe no
consigue superar jamás esta creación de una
atmósfera maléfica, si bien los temas tratados son
repetitivos, ya que están reflejados en otros relatos, como el
opio, la angustia, la enfermedad, la hiperestesia mórbida, el
entierro prematuro, los sentimientos incestuosos
14. Título
original: A succession of sundays. Publicado en Saturday
Evening Post, el 27 de noviembre de 1841. Más conocido como
Three sundays on a week. Cronológicamente, fue el
trigésimo cuarto cuento publicado. Poe plantea en este cuento
una interesante teoría sobre los meridianos, que luego Julio
Verne utilizaría para escribir su famoso libro La vuelta al
mundo en ochenta días.
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