Edgar Poe y sus obras
Capítulo IV
Aventuras de Arthur Gordon Pym - Augustus
Barnard - El bergantín Grampus - El escondrijo en la
bodega - El perro rabioso - La carta de sangre - Amotinamiento y
masacre - El fantasma a bordo - El barco de los muertos - Naufragio -
Torturas del hambre - Viaje al Polo Sur - Nuevos hombres -
Extraordinaria isla - Enterrados vivos - La gran figura humana -
Conclusión.
Finalmente he llegado a una novela que
terminará este estudio sobre las obras de Poe. Es más
larga que sus cuentos más largos y lleva como título
Aventuras de Arthur Gordon Pym15. Quizás más humana
que las Historias extraordinarias, no por eso es menos
insólita. Poe presenta situaciones que no se encuentran en
ninguna parte, y de naturaleza esencialmente dramática. Juzguen
ustedes.
Poe primeramente comienza por citar una carta del
mencionado Gordon Pym, con el fin de probar que sus aventuras no son de
ningún modo imaginarias, como se había querido hacer
creer al público al firmarlas con el nombre del señor
Poe; reclama en favor de su autenticidad; sin ir tan lejos, vamos a ver
si ellos son siquiera probables, por no decir posibles.
El mismo Gordon Pym narra su historia.
Desde su niñez, él tenía
obsesión con los viajes, y, a pesar de cierta aventura que casi
le cuesta la vida, no desistió de su propósito y
decidió cierto día, en contra de la voluntad y sin el
conocimiento de su familia, embarcar en el bergantín
Grampus, destinado a la pesca de la ballena.
Uno de sus amigos, Augustus Barnard, que formaba parte
de la tripulación, debió apoyar este proyecto preparando
en la bodega del barco un escondrijo donde Gordon permaneció
hasta que el barco partiera. Todo se ejecuta sin dificultad, y nuestro
héroe percibe pronto cómo el bergantín comienza su
marcha. Pero, después de tres días de cautividad, su
mente comienza a confundirse; los calambres se apoderan de sus piernas;
además, sus provisiones se echan a perder; las horas pasan;
Augustus no aparece; la inquietud comienza a apoderarse del
prisionero.
Poe describe con gran vigor de imágenes y una
selección de palabras apropiadas las alucinaciones, los
sueños, los extraños espejismos del pobre desgraciado,
sus sufrimientos físicos, su dolor moral. Había perdido
la palabra; su cerebro flotaba; en este momento desesperado,
sintió que las garras de un monstruo enorme se apoyaban sobre su
pecho, y que dos chispeantes lámparas lanzaban sus rayos sobre
él; el vértigo se apoderó de su cerebro, y estaba
a punto de volverse loco, cuando algunas caricias, demostraciones de
afecto y alegría, le hicieron reconocer en el monstruo tenebroso
a su perro Tigre, su terranova que lo había seguido a
bordo.
Era un amigo, un compañero de siete
años; Gordon reavivó entonces la esperanza, e
intentó reorganizar sus ideas: había perdido la
conciencia del tiempo. ¿Cuántos días hacía
que se encontraba en esta inercia mórbida?
Tenía una fiebre desmedida, y para colmo de
males, la vasija del agua estaba vacía; decidió entonces
llegar a la escotilla a cualquier precio; pero los movimientos del
bergantín golpeaban y desplazaban las cajas mal estibadas; a
cada momento el paso amenazaba con ser obstruido. Sin embargo,
después de miles de esfuerzos dolorosos, Gordon llegó a
la escotilla. Pero en vano intentó abrirla, forzándola
con la hoja de su cuchillo; permaneció obstinadamente cerrada.
Loco de desesperación, arrastrándose, tropezando,
exhausto, muriendo, logró volver a su escondite, y cayó
cuan largo era. Tigre intentó consolarlo por medio de sus
caricias; pero el animal terminó asustando a su dueño;
comenzó a lanzar sordos mugidos, y cuando Gordon le
extendía su mano, lo encontraba invariablemente echado sobre su
lomo, con las patas en el aire.
Vean ustedes a través de qué
sucesión de hechos Poe ha preparado a su lector. Pues bien, por
más que uno lo crea todo, lo espere todo, un estremecimiento lo
embarga a uno cuando encabezando el capítulo siguiente lee:
¡Tigre está rabioso! Es como para no continuar el
libro.
Pero antes de experimentar este supremo terror,
Gordon, mientras acariciaba a Tigre, había sentido un
pedacito de papel atado por un cordón bajo la paletilla
izquierda del animal; después de intentar veinte veces encontrar
los fósforos, recogió un poco de fósforo, que,
frotado vivamente, le dio una luz rápida y pálida; con
este resplandor, había leído el final de una línea
donde aparecían las palabras: ... sangre. - Permanezca oculto,
su vida depende de ello.
¡Sangre! ¡Esta palabra! En esta
situación. ¡Fue en este momento, a la luz del
fósforo, que él notó un cambio singular en la
conducta de Tigre! ¡Ya no tenía dudas de que la
privación del agua lo había vuelto rabioso! Y ahora,
cuando mostraba la intención de abandonar el refugio el perro
parecía querer bloquearle la salida. Entonces Gordon, asustado,
se abotonó fuertemente su vestimenta para protegerse de las
mordeduras, y entabló con el animal una lucha desesperada; sin
embargo triunfó, y logró encerrar al perro en la caja que
le servía de refugio; luego cayó desvanecido; un ruido,
un susurro, su nombre a medio pronunciar, lo sacaron de su
aturdimiento. Augustus estaba a su lado, acercando una botella de agua
a sus labios.
¡Lo que había ocurrido a bordo! Un
amotinamiento de la tripulación, el asesinato del capitán
y veintiún hombres; Augustus se había salvado, gracias a
la inesperada protección de un tal Peters, marinero de una
fuerza prodigiosa. Después de esta terrible escena, el
Grampus había continuado su ruta, y la narración
de sus aventuras, agrega el novelista "contendrá incidentes
de una naturaleza más allá de la experiencia humana, y
por esta razón mucho más allá de los
límites de la credulidad humana, que prosigo sin esperanza
ninguna de obtener credibilidad por todo lo que voy a contar, confiando
solo que el tiempo y el progreso de la ciencia verifiquen algunas de
las más importantes e improbables de mis afirmaciones".
Lo veremos. Les cuento rápidamente.
Había dos jefes entre los rebeldes, el segundo y el cocinero
principal, Peters; eran dos jefes rivales y enemigos. Barnard se
aprovecha de esta división, y le revela a Peters, cuyos
partidarios disminuyen día a día, la presencia a bordo de
Gordon. Entonces, planean apoderarse del barco. La muerte de un
marinero les ofrece bien pronto la oportunidad esperada. Gordon
representará el papel de fantasma, y los conspiradores
sacarán provecho del pavor causado por la aparición.
La representación tuvo lugar; produjo un terror
glacial, la lucha comenzó; Peters y sus dos compañeros,
ayudados por Tigre, triunfaron; y se quedaron solos a bordo con
un marinero de nombre Parker, que, al no haber perecido, se unió
a ellos.
Pero entonces sobrevino una terrible tempestad; el
barco, víctima del balanceo, se inclinó sobre un costado,
y la estiba desplazada por la inclinación, lo mantuvo en esta
terrible situación durante algún tiempo; sin embargo al
fin se enderezó un poco.
Aquí llegan las extrañas escenas de
hambre, y todos los intentos fallidos por llegar al pañol; son
descritos de una forma arrebatadora.
En el más terrible de los sufrimientos, se
produjo un incidente aterrador, muy propio del genio de Poe.
Un barco es avistado por los náufragos, un gran
bergantín–goleta, de aspecto holandés, pintado de
negro, con un mascarón de proa llamativo y dorado, se acerca
poco a poco, luego se aleja, y más tarde regresa; parece seguir
un rumbo incierto. Finalmente, en una última guiñada,
llega a acercarse apenas a veinte pies del Grampus. Los
náufragos pueden ver su puente. ¡Horror!
¡Está cubierto de cadáveres! ¡No hay a bordo
un ser viviente! ¡Sí! Un cuervo que se pasea por entre
todos los muertos; luego, el extraño barco desaparece,
llevándose consigo la incertidumbre horrible de su destino.
En los días siguientes, los sufrimientos del
hambre y de la sed se duplican. Las torturas de la balsa de la
Medusa no darían más que una idea imperfecta de lo
que sucedió a bordo; se discutió fríamente acerca
de emplear los recursos del canibalismo, y se tiró a la suerte;
estuvo contra Parker.
Los desdichados sobrevivieron así hasta el
cuatro de agosto; Barnard estaba muerto de agotamiento; el
navío, obedeciendo a un movimiento irresistible, dio la vuelta
poco a poco, hasta que la quilla se mantuvo en el aire; los
náufragos, entonces, se aferraron a la misma; sin embargo, los
sufrimientos del hambre se aplacaron un poco, debido a que
habían encontrado la quilla cubierta de una espesa capa de
cirrópodos, los cuales les proporcionaron una comida excelente;
pero aún faltaba el agua.
Finalmente, el seis de agosto, después de
nuevas angustias, de nuevas alternativas de esperanza fortalecidas o
defraudadas, fueron recogidos por la goleta Jane Guy de
Liverpool, al mando del capitán Guy. Los tres desventurados se
enteraron entonces de que no habían derivado menos de
veinticinco grados, de norte a sur. La Jane Guy iba a cazar
focas en los mares del Sur, y, el diez de octubre, anclaba en
Christmas Harbour, en la isla de la Desolación.
El doce de noviembre, zarparon de Christmas
Harbour, y en quince días llegaron a las islas de
Tristán de Acuña; el doce de diciembre, el capitán
Guy resolvió emprender una exploración hacia el Polo; el
narrador hace la singular reseña histórica de los
descubrimientos de estos mares, hablando de las tentativas del famoso
Weddel, al que nuestro Dumont d’Urville ha convencido del error
cometido durante sus viajes en el Astrolabe y la
Zélée.
La Jane Guy pasó el paralelo sesenta y
tres, el veintiséis de diciembre, en pleno verano, y
rápidamente se encontró en el medio de los bancos de
hielos. El dieciocho de enero, la tripulación pescó el
cuerpo de un singular animal, evidentemente terrestre.
"Tenía tres pies de largo, y solamente
seis pulgadas de alto, con cuatro patas bien cortas, los pies armados
de largas garras de un rojo brillante, con gran semejanza a las del
coral. El cuerpo estaba cubierto de un pelo sedoso y liso,
absolutamente blanco. La cola se parecía a la de una rata, y
tenía un largo de un pie y medio aproximadamente. La cabeza se
parecía a la de un gato, a excepción de las orejas, las
cuales colgaban como las orejas de un perro. Los dientes eran del mismo
color rojo brillante de las garras".
El diecinueve de enero, fue descubierta una tierra a
los ochenta y tres grados de latitud; unos salvajes, de una raza
desconocida, de piel de un negro azabache, vinieron al encuentro de la
goleta, que evidentemente tomaron por una criatura viviente. El
capitán Guy, animado por la buena disposición de los
indígenas, decidió visitar el interior del país;
y, acompañado de doce marineros bien armados, llegó a la
aldea de Klock-Klock luego de tres horas de marcha. Gordon formaba
parte de la expedición.
"A cada paso que dábamos en este
país - dice él -, íbamos adquiriendo la fuerte
convicción de que nos encontrábamos en una tierra que
difería esencialmente de todas aquellas visitadas hasta entonces
por los hombres civilizados".
En efecto, los árboles no se parecían a
ninguno de los que abundaban en las zonas tórridas, las piedras
eran nuevas por su masa y su estratificación; ¡el agua
presentaba fenómenos aún más singulares!
"Aunque era tan clara como cualquier agua
calcárea existente, no tenía la apariencia usual de la
claridad, le ofrecía al ojo todas las variedades posibles de
púrpura, como el reflejo brillante de una seda
cambiante".
Los animales de esta región diferían
esencialmente de los animales conocidos, al menos en apariencia.
La tripulación de la Jane Guy y los
nativos se llevaban bien. Un segundo viaje al interior del país
fue preparado; seis hombres permanecieron a bordo de la goleta, y el
resto se puso en marcha. El grupo, acompañado por los salvajes,
se deslizaba entre los sinuosos y estrechos valles. Un muro de rocas
elevado a una gran altura donde destacaban algunas grietas,
llamó la atención de Gordon.
Cuando examinaba una de ellas con Peters y un tal
Wilson:
"Sentí de pronto - dijo - una sacudida que
no se parecía a nada que me resultara familiar, y que me
provocó una vaga idea de que los cimientos de nuestro macizo
globo se agrietaban de repente, y que había llegado la hora de
la destrucción universal".
Estaban enterrados vivos; después de recobrar
el sentido, Peters y Gordon vieron que Wilson había sido
aplastado; los dos infortunados se encontraban en el medio de una
colina, compuesta por una especie de esteatita, sepultados por un
cataclismo, pero por un cataclismo artificial; los salvajes
habían derribado la montaña sobre la tripulación
de la Jane Guy, todos habían perecido, excepto Peters y
Gordon.
Excavando un camino en la roca blanda, llegaron a una
abertura por la cual vieron el país lleno de salvajes atacando
la goleta que se defendía con su cañón; pero al
final la goleta fue tomada, e incendiada, y pronto voló en
pedazos en medio de una terrible explosión que hizo perecer a
varios miles de hombres.
Durante largos días, Gordon y Peters vivieron
en el laberinto, alimentándose con avellanas; Gordon
llegó a conocer la forma exacta del laberinto, que desembocaba
en tres abismos; proporciona el dibujo de los tres abismos en su
narración, así como la reproducción de ciertas
muescas que parecían haber sido grabadas sobre la piedra
pómez.
Después de varias tentativas sobrehumanas,
Peters y Gordon consiguieron volver a la llanura; perseguidos por una
vociferante horda de salvajes, felizmente llegaron hasta un bote, donde
un indígena se había refugiado, y pudieron hacerse a la
mar.
Estaban, entonces, en el océano
Antártico "inmenso y desolado, en una latitud más
allá de los 84 grados, en una frágil embarcación,
sin otras provisiones que tres tortugas".
Hicieron una especie de vela con sus camisas; la vista
de la tela afectaba singularmente a su prisionero, quien nunca se
decidió a tocarla, y parecía tener horror a lo blanco;
sin embargo, avanzaban siempre y llegaron a una región nueva y
asombrosa.
"Una alta barrera de vapor gris y ligero
aparecía constantemente en el horizonte austral, lanzando en
ocasiones largos rayos luminosos, primero viajando de este a oeste, y
luego volviéndose a unir para formar una cresta lisa y
uniforme."
Ocurría un fenómeno más
extraño aún, la temperatura del mar parecía
aumentar y pronto se volvió excesiva; su tonalidad lechosa se
hizo más evidente que nunca.
Gordon y Peters llegaron a conocer finalmente por boca
de su prisionero que la isla, teatro del desastre, se llamaba Tsatal;
el pobre diablo caía presa de convulsiones cuando se le acercaba
algún objeto blanco.
Pronto, el agua fue presa de una violenta
agitación, acompañada de un extraño brillo en la
cresta de la cortina de vapor.
"Un fino polvo blanco, parecido a la ceniza, -
aún cuando no lo era ciertamente - cayó en el bote
mientras la palpitación luminosa del vapor desapareció y
la conmoción del agua se calmó"
Así transcurrieron algunos días; el
olvido y una súbita indolencia se apoderaron de los tres
infortunados; la mano ya no podía soportar el calor del
agua.
Ahora menciono el fragmento completo con que termina
esta asombrosa narración:
"9 de marzo. - La substancia cenicienta
caía continuamente sobre nosotros y en grandes cantidades. La
barrera de vapor al sur se había elevado a una altura prodigiosa
sobre el horizonte, y comenzó a adoptar una forma precisa. Solo
la puedo comparar con una catarata sin límites,
precipitándose silenciosamente en el mar desde algún
inmenso y distante lugar en el cielo. La gigantesca cortina ocupaba
toda la extensión del horizonte sur. No emitía
sonido.
"21 de marzo. - De pronto, una tenebrosa
oscuridad nos cubrió; pero de las profundidades lechosas del
océano brotó un esplendor luminoso, que se deslizó
sobre los flancos del bote. Estabamos casi cubiertos por el aguacero de
blancas cenizas que se acumulaba sobre nosotros y sobre el bote y se
fundía con el agua al tiempo que caía. La cima de la
catarata se perdía completamente en la oscuridad y en el
espacio. Sin embargo, era evidente que nos estabamos aproximando con
una velocidad asombrosa. A intervalos, se podían ver en toda su
extensión inmensas aberturas, que sólo eran
momentáneas, y, a través de estas aberturas tras las
cuales se agitaba un caos de imágenes flotantes y confusas, se
lanzaban poderosas corrientes de aire que silenciosamente
arañaban a su paso un mar inflamado.
"22 de marzo. - La oscuridad había
aumentado notablemente, solo se veía el brillo del agua que
reflejaba la blanca cortina que se encontraba delante de nosotros. Una
infinidad de gigantescos pájaros de un blanco fantasmal volaban
continuamente desde detrás del singular velo... Y entonces nos
precipitamos en el seno de la catarata, donde un abismo se abría
para recibirnos. Pero entonces se alzó en nuestro camino una
velada figura humana, de proporciones muchos más grandes que las
de cualquier habitante de la Tierra. Y la piel del hombre tenía
la perfecta blancura de la nieve..."
Y la narración se interrumpe al llegar a este
punto. ¿Quién la retomará algún día?
Alguien más audaz que yo y más resuelto a avanzar en el
dominio de las cosas imposibles
Sin embargo, es necesario creer que Gordon Pym se
libró de aquella situación puesto que él mismo fue
quien hizo esta extraña publicación; pero murió
poco antes de haber terminado su obra. Poe parece sentirlo vivamente, y
rechaza la tarea de llenar este vacío.
Este es el resumen de las principales obras del
novelista americano. ¿Exageré mucho al calificarlas de
extrañas y sobrenaturales? ¿No ha creado él
realmente un nuevo estilo en la literatura, un estilo que proviene de
la sensibilidad de su cerebro excesivo, para emplear una de sus
palabras?
Dejando de lado lo incomprensible, lo que es necesario
admirar en las obras de Poe, es lo novedoso de las situaciones, la
discusión de los hechos poco conocidos, la observación de
las facultades enfermizas del hombre, la selección de sus temas,
la personalidad siempre extraña de sus héroes, su
temperamento enfermizo y nervioso, su forma de expresarse mediante
interjecciones extrañas. Y sin embargo, en el medio de estas
imposibilidades, existe a veces una verosimilitud que se apodera de la
credulidad del lector.
Me tomo ahora la libertad de llamar la atención
hacia el lado materialista de estas historias; no se siente en
ocasión alguna la intervención providencial; Poe parece
no admitirla, y pretende explicar todo por las leyes físicas,
que incluso inventa cuando las necesita; no se siente en él esta
fe que debe darle la contemplación incesante de lo sobrenatural.
Emplea lo fantástico con frialdad, si me puedo expresar
así, y este infeliz es aún un apóstol del
materialismo; pero creo que esto es menos una falta de su temperamento
que la influencia de la sociedad puramente práctica e industrial
de los Estados Unidos; él ha escrito, pensado, soñado
como norteamericano, como hombre positivo; habiendo hecho constar esta
inclinación, admiremos sus obras.
Por estas Historias Extraordinarias, uno puede
juzgar la sobreexcitación incesante en la cual vivía
Edgard Poe; desgraciadamente su naturaleza no le fue suficiente, y sus
excesos le provocaron la terrible enfermedad del alcohol, como
él bien llamó y de la cual murió.

15. Título
original: The narrative of Arthur Gordon Pym. Publicado en julio
de 1838. Por razones desconocidas, el registro formal de la obra fue
hecho el 10 de junio de 1837. Esta historia está llena de
fantásticas historias y de imágenes sobrenaturales. A lo
largo de ella se describen las vicisitudes del señor Pym al
salir al mar, y finalmente después de muchas penurias la
narración termina cuando llega al Polo Sur. La
continuación de esta novela fue escrita por Julio Verne bajo el
título La esfinge de los hielos.
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