Durante el mes pasado ciertos rumores han
alarmado al gran número de seguidores, en todo el mundo, de la
obra de Julio Verne. Se dice que él está casi ciego.
Sabemos que para él, vivir es trabajar, aunque sea ya un hombre
muy viejo y su situación actual parezca en extremo precaria.
Me regresó el aliento al saber que
las cosas no andaban tan mal como temía. Cierto es, que de uno
de sus ojos ya no puede ver, pero aún puede ver un poco con el
otro.
"Es una catarata en mi ojo
derecho" - me dijo esta mañana en la sala de su casa,
situada en el número 44 de Bulevar Longueville, de la ciudad de
Amiens -, "pero el otro ojo todavía está en buenas
condiciones. No quiero arriesgarme en una operación, debido a
que aún puedo ver lo suficiente como para hacer un poco de mi
trabajo diario, escribir un poco y leer unos instantes. Recuerde que
soy un hombre muy viejo, ya estoy por encima de los setenta y seis
años. Desde que salió al mundo la noticia de mis
problemas con la visión, las simpatías hacia mi persona
se han incrementado en muchas partes del mundo. He recibido numerosas
cartas. Muchas personas me han enviado maravillosos remedios para las
cataratas. Ellos me dicen que no permita que me operen, ya que estos
remedios me curarán sin peligro. Son muy amables. He tenido
muchas emociones por estos días pero yo sé, por supuesto,
que una operación quirúrgica es la única
cura."
Una vida hogareña
confortable
No he visto a Julio Verne desde hace casi
catorce años. La última ocasión en la que me
encontraba a su lado fue cuando le presenté a Nelly Bly y la
llevé a su casa, después de que ella terminara su famosa
vuelta alrededor del mundo con el objetivo de romper la marca de los
mágicos ochenta días. Aún así, no lo
encuentro tan envejecido como esperaba. Parecía sentirse
cómodo, arropado con su traje negro. Su cara rozagante por las
cuales se extendía el pelo y la barba, que eran muy blancas,
estaba serena y animada en ocasiones. Sus ojos no mostraban en modo
alguno la apariencia de aquel que tiene semejante padecimiento.
Está viviendo ahora en una casa
más pequeña, pero es opulenta y costosa y una vida
hogareña confortable lo rodea. Cuando conversamos y él
admite alguna derrota debido a las circunstancias y a la inevitable ley
de la Naturaleza se apresura, siempre con su alegría nativa, a
tratar de hallar alguna compensación.
Años de ventaja sobre sus
editores
"Aun cuando puedo trabajar muy poco
- realmente muy poco, si lo comparamos con años anteriores -,
tengo un adelanto de varios años con respecto a la
impresión de los libros. Mi libro más reciente de la
serie Viajes Extraordinarios será publicado brevemente
bajo el títuloLos piratas del
Halifax. Mientras, existen otros trece manuscritos completos de
la misma serie que están listos para ser impresos. Usted conoce
que yo publico dos volúmenes por año, los cuales primero
aparecen en forma seriada en la Revista de la Educación y la
Recreación, de la cual soy uno de sus fundadores. Estoy
trabajando en estos momentos en mi nueva historia que no será
impresa hasta el año 1910. Tengo mucha ventaja. Por tanto no
interesa mucho el hecho de que trabaje despacio, muy despacio. Me
levanto como de costumbre a las seis de la mañana y permanezco
trabajando en mi escritorio hasta las once. Por las tardes, como
siempre he hecho, me dirijo a la habitación de lectura de la
Sociedad Industrial de la ciudad y leo tanto como mis ojos me permitan
leer."
Historias sin
títulos
"No puedo decirle cuál es el
título del libro que estoy escribiendo. No lo conozco
aún. Tampoco tengo título para ninguna de las otras trece
historias que están esperando su turno de impresión. Todo
cuanto puedo decirle de la historia es que es algo sobre un drama en
Livonia y que he introducido en ella... bueno, no, no debe escribirlo
en su artículo. Otro escritor pudiera tomar mi idea."
Al hacer Verne este comentario, era
inevitable entonces, que se hablara sobre Herbert George Wells.
"Yo sabía que me iba a pedir
que hablara del tema" - dijo -. "Me enviaron sus libros y los
he leído. Es algo muy curioso, y debo agregar que es muy al
estilo inglés. Pero no veo posibilidad alguna de
comparación entre su trabajo y el mío. No procedemos de
la misma manera. Sus historias no reposan en bases científicas.
No, no hay ninguna relación entre su trabajo y el mío. Yo
hago uso de la Física. Él inventa. Yo voy a la Luna en
una bala, disparada por un cañón. No hay invención
alguna. Él va a Marte en una aeronave de metal que anula la ley
de gravitación. Eso está muy bien" - dijo Verne
animadamente - "pero, muéstreme ese metal.
Permítales que se produzca."
La ficción convertida en
realidad
También fue inevitable que me
refiriera al hecho de que muchas de sus invenciones en ficción,
se han convertido en realidad. En este momento de la
conversación la amable señora Verne estuvo de acuerdo
conmigo.
"Las personas son lo suficientemente
amables para decir que es así" - dijo Julio Verne -
"Están adulándome, pero no es cierto."
"No seas modesto, Julio" - le
dijo su esposa -, "¿Y tus submarinos?"
"No hay relación" - dijo
Verne.
"Si la hay" - replicó la
señora Verne
"No. Los italianos habían
inventado aparatos submarinos sesenta años antes de que yo
creara a Nemo y su submarino. No hay ninguna conexión entre mi
submarino y los que existen ahora. Estos últimos trabajan
mecánicamente. Mi héroe, Nemo, es un misántropo,
el cual no desea nada que venga de la tierra. Él toma su fuerza
motora y produce la electricidad que necesita, tomando como fuente el
mar. Hay bases científicas para eso. El mar contiene elementos
que producen la energía eléctrica, así como la
tierra tiene los suyos. El hecho está en que nadie ha
descubierto como utilizar esta fuerza, por tanto no he inventado
nada."
Los nombres en la
ficción
Abordamos inmediatamente el asunto de la
importancia de los nombres en las novelas de ficción.
"Le concedo cierta importancia a los
nombres" - dijo - "Cuando encontré el apellido Fogg me
sentí complacido y orgulloso. Y era muy popular. Fue considerado
un hallazgo real. Pero fue especialmente el nombre, Phileas el que le
dio tal valor a la creación. Sí, los nombres tienen gran
importancia. Siga como ejemplo los padrinazgos de Balzac."
Habíamos comenzado a hablar en la
sala, a su lado estaban dos grandes salones, más allá el
comedor, y afuera, un jardín lleno de flores en el que el sol
estaba brillando. La casa estaba formada por opulentos cuartos, con
colgantes de terciopelo pesado, grandes relojes y espejos, retratos de
cuerpo entero, cristal veneciano y raras baratijas. Naturalmente
llegaba la hora de subir las escaleras y llegar así a las
habitaciones de trabajo del hombre de letras.
Las habitaciones de trabajo eran: una
para la lectura, aquí era donde estaba la mayor parte de su
biblioteca; la otra para escribir; en ella había una
pequeña mesa, una pluma y la tinta.
Sin lujo
Todo es muy sencillo aquí. No hay
lujo. Se ven mapas en la pared y en la habitación que el
escritor usa para redactar sus cuartillas se pueden observar varios
cuadros entre los que se incluye uno, en acuarela, con la imagen del
St. Michel, el yate en el cual, en los días libres y
soleados de su inquieta juventud, Julio Verne navegaba por las aguas
del mundo.
Entonces comenzamos a hablar de la
encuesta americana e hice notar: "Debe haber al menos tres
yardas de ellas"
El se sonrió e hizo un ademan de
caminar hacia el estante para medirlo.
"Oh, sí" - dijo -,
"he escrito al menos tres yardas. Mire además todas estas
yardas de traducciones en inglés, francés, danés e
italiano, en fin en varios idiomas."
Ocho grandes estantes estaban llenos de
libros con el mismo nombre en la cubierta.
En el cuarto contiguo, desde donde se
puede ver el crepúsculo, se observa junto a la ventana una
pequeña mesa, donde casi todos los libros del autor han sido
escritos. Una figura, que servía como pisapapeles, se encontraba
en el umbral de la ventana. Detrás del asiento, colgada en la
pared, había una pipa de fumar.
"Pero ellos no me permiten fumar,
ahora" - dijo Julio Verne, en el mismo tono con el que George
Meredith dijo algo similar en una ocasión.
En esta habitación se pueden
encontrar todos sus libros favoritos, aquellos que son los que uno
más usa. "Aquí encontrará toda la obra de
Dickens" - dijo Julio Verne, con voz entusiasta -. "Como
usted conoce, yo soy un apasionado admirador de Dickens. Creo que
él tenía todas las cosas - como Sterne, del cual
también soy un gran lector y admirador -; sensibilidad y
sentimiento de buena factura, y personajes, excelentes personajes. Era
un escritor pródigo, al igual que nuestro Balzac que creó
un mundo en que modelaba la sociedad."
Habíamos llegado al final de la
conversación y era con envidia que abandonaba este mundo
solitario y gris. Allí, más allá de los colgantes
de terciopelo se veía la mesa, pulcramente cubierta con dos
forros, uno encima del otro. A su lado, la abigarrada ventana, la cual
al abrirse dejaba ver el soleado jardín lleno de flores. En la
repisa de la esculpida estufa, un resplandeciente samovar daba una nota
de consuelo íntimo y familiar, en el lugar en que dos sillones
se encontraban frente a frente.