El señor Re-sostenido y la
señorita Mi-bemol
Capítulo X
-Y bien, ¿qué haces? -me dice mi
padre.
-¡Yo...! ¡Yo...!
-Vamos, despierta, que es la hora de ir a la
iglesia
-¿La hora...?
-Sí, anda, si no quieres perder la Misa, y ya
lo sabes, si no hay Misa, no hay cena de Navidad.
¿Dónde estaba...? ¿Qué
había pasado? ¿Es que todo no había sido
más que un sueño... el encierro en los tubos del
órgano, el fragmento de la Elevación, mi corazón
haciéndose pedazos...? Sí, hijos míos, desde el
momento en que me había quedado dormido hasta aquel en el que mi
padre acababa de despertarme, había soñado todo aquello,
gracias a mi imaginación, demasiado sobrexcitada.
-¿El maestro Effarane? -pregunté.
-El maestro Effarane está ya en la iglesia
-respondió mi padre-; tu madre está también
allí; vamos, ¿acabarás de levantarte y
vestirte?
Me vestí, como si estuviera borracho, sin dejar
de oír aquella séptima torturadora e interminable...
Llegué a la iglesia. Vi a todo el mundo en su
sitio habitual; mi madre, el señor y la señora
Clére, mi querida Betty, bien abrigada, pues hacía
bastante frío. La campana todavía sonaba detrás
del tornavoz del campanario, y pude oír los últimos
repiques.
El señor cura, revestido con sus ornamentos de
las grandes festividades, llegó ante el altar, esperando que el
órgano hiciese sonar una marcha triunfal.
¡Qué sorpresa! En lugar de lanzar los
majestuosos acordes que deben preceder al Introito, el órgano se
callaba... ¡Nada, ni una sola nota!
Sube el sacristán a la tribuna... El maestro
Effarane no estaba allí. Se le buscó en vano.
Había desaparecido el organista y con él el entonador.
Furioso, sin duda, por no haber podido instalar su registro de voces
infantiles, se había escapado sin reclamar lo que se le
adeudaba, y desde entonces no volvió a vérsele en
Kalfermatt.
No quedé yo pesaroso por ello, lo confieso;
queridos niños, porque en compañía de aquel
estrambótico personaje yo habría acabado seguramente por
volverme loco.
Y si se hubiera vuelto loco, el señor
re sostenido no habría podido casarse, diez años
más tarde, con la señorita mi bemol; matrimonio
éste bendecido por el cielo. Lo que prueba que, a pesar de la
diferencia de un octavo de tono de una “coma”, según
decía el maestro Effarane, se puede ser feliz y dichoso en un
hogar.

Subir
|