El volcán de oro (versión
original)
Primera parte - Capítulo X Klondike
Esa parte de Norteamérica que se llama Alaska
es una vasta región, bañada a la vez por las aguas de dos
océanos: el Ártico y el Pacífico. No se calcula en
menos de ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados la superficie
de este territorio, que el imperio ruso cedió a los americanos,
se dice, tanto por simpatía por la Unión como por
antipatía por Gran Bretaña. En todo caso, hubiera sido
difícil que esta región no llegara a ser americana y
sirviera al engrandecimiento del Dominion y de la Columbia
británica. ¿No justificará acaso el futuro la
famosa doctrina Monroe: toda América para los americanos?
Aparte de los yacimientos auríferos que posee,
¿se sacará algún provecho de este territorio medio
canadiense, medio alaskiense, regado por el Yukon, situado en parte
más allá del círculo polar, y cuyo suelo no es
favorable para ningún tipo de industria agrícola? Es poco
probable.
No hay que olvidar, sin embargo, que, comprendiendo
las islas Baranof, Amirauté, Príncipe de Gales, que
pertenecen a Alaska, del mismo modo que el archipiélago de las
Áleutianas, esta región presenta una extensa costa de
trece mil kilómetros, en la que una serie de puertos se prestan
para que los navíos hagan escala en esos tempestuosos parajes:
desde Sitka, la capital de Alaska, hasta Saint Michel, situado en la
desembocadura del Yukon, uno de los ríos más grandes del
Nuevo Mundo.
Después de haber sido descubierta por los rusos
en 1730, luego explorada en 1741, cuando su población total no
sobrepasaba los treinta y tres mil habitantes, la mayoría de
origen indio, esta comarca se halla hoy invadida por la muchedumbre de
emigrantes y prospectores que el descubrimiento de las minas de oro
atrae desde hace algunos años a Klondike.
Para establecer la línea de demarcación
entre Alaska y el Dominion, se ha escogido el meridiano ciento cuarenta
y uno, que parte del monte Saint Elie, de cinco mil ochocientos
veintidós metros de altura, y termina en el océano
Ártico.
Al contemplar un mapa de Alaska, se observa que el
suelo es plano en la mayor parte de su superficie. El sistema
orográfico no se presenta sino en el sur. Allí surge la
cadena de montañas que continúa a través de la
Columbia británica y California y que lleva el nombre de
Cascade Range.
Lo que llama particularmente la atención es el
curso del Yukon. Después de haber regado el Dominion,
dirigiéndose hacia el norte hasta Fort Cudahy, después de
haberlo surcado con sus afluentes y subafluentes (inmensa red
hidrográfica en la que se entrecruzan el Pelly, el Big
Salmon, el Hootalinga, el Stewart, el Sixty Miles, el
Forty Miles Creek, el Indian, el Klondike), este
magnífico río describe una curva hasta Fort Yukon, para
volver a descender hacia el sudeste y derramar sus últimas aguas
en Saint Michel, en la cuenca del mar de Bering.
En suma, el Yukon es el río del oro por
excelencia. Con sus tributarios, surca los yacimientos más ricos
de Alaska y del Dominion, y, si las pepitas flotaran,
¡cuántas pepitas flotarían en su superficie!
El Yukon es superior al Padre de las Aguas, al mismo
Mississippi. Su caudal sobrepasa los veintitrés mil metros
cúbicos por segundo, y su curso se extiende sobre dos mil
doscientos noventa kilómetros, a través de una cuenca
cuya superficie debe tener un millón de kilómetros
cuadrados1.
Aunque los territorios que recorre no son aptos para
el cultivo, el área forestal es muy considerable. Se constituye
sobre todo de impenetrables bosques de cedros amarillos, de los que
todo el planeta podría disfrutar si sus bosques llegaran a
agotarse. La fauna está representada por el oso negro, el
oriñal, el caribú, el tebai u oveja de montaña, la
gacela de largo pelaje blanco; las aves se encuentran por
miríadas: gangas, becadas, tordos, perdices de nieve, patos en
tal cantidad que, en los tiempos del descubrimiento, bastaban para la
alimentación de la población indígena.
Las aguas que bañan este inmenso
perímetro de costas no son menos ricas en mamíferos
marinos y en peces de toda clase. Hay uno entre ellos, el
harlatán, que es digno de mención por el uso que se puede
hacer de él. Está de tal modo impregnado de aceite que
basta encenderlo para que dé luz como una candela. De ahí
el nombre de Candle Fish2 que le han dado los americanos.
Pero la riqueza aurífera es superior a todas
las otras. Es posible que su rendimiento sea mayor que el de Australia,
California y las minas de África meridional.
Los primeros yacimientos de Klondike se descubrieron
en 1864.
El reverendo Mac Donald halló por entonces oro
como para recogerlo a cucharadas en un pequeño río vecino
a Fort Yukon.
En 1882, un contingente de antiguos mineros de
California, entre ellos los hermanos Boswell, se aventuraron a
través de los senderos del Chilkoot y explotaron regularmente
las primeras parcelas.
En 1885, lavadores de oro del Lewis-Yukon descubrieron
los yacimientos del Forty Miles Creek, un poco río
abajo del emplazamiento que iba a ocupar Dawson City, en la
línea convencional que separa Alaska del Dominion. Dos
años después, el mismo año en que el gobierno
canadiense procedió a la delimitación de la frontera, se
extrajeron del lugar más de seiscientos mil francos de oro.
En 1892, la North American Trading and
Transportation Company de Chicago fundó el caserío
de Fort Cudahy, cerca de la desembocadura del Forty Miles
Creek; debía defenderlo el fuerte Constantine, construido
dos años después. Puestos todos al trabajo allí,
trece agentes de policía, cuatro suboficiales y tres oficiales
recogieron por lo menos mil quinientos francos en las parcelas del
río Sixty Miles, un poco antes de Dawson City.
La carrera había empezado. Los prospectores
acudirían de todas partes. En 1895, no eran menos de mil
canadienses, principalmente franceses, los que atravesaban el Chilkoot
y se dispersaban por los territorios ribereños del Yukon.
En 1896 se difunde la resonante noticia: se ha
descubierto el Eldorado, un afluente del Bonanza, que es
afluente del Klondike, el cual es a su vez afluente del Yukon. Una
multitud de buscadores de oro se precipita en esos territorios. En
Dawson City, los lotes que se vendían en veinticinco francos
valen ahora ciento cincuenta mil. El gobierno de Ottawa va a reconocer
a la ciudad la categoría de capital en 1898.
La región que lleva específicamente el
nombre de Klondike es sólo un distrito del Dominion. Pertenece
pues a esa vasta anexión inglesa del Canadá, como parte
de la Columbia británica. El grado ciento cuarenta y uno de
longitud, que traza la línea fronteriza entre la Alaska
convertida en posesión americana y las posesiones de Gran
Bretaña, marca el límite occidental del distrito.
La frontera norte la marca el río Klondike,
afluente del Yukon, de ciento cuarenta kilómetros de longitud.
El Klondike llega hasta la misma Dawson City, a la que divide en dos
partes desiguales.
Al oeste, el límite es el meridiano
convencional, que el Yukon corta un poco al noroeste de la capital,
después de haber recibido por su orilla derecha al río
Stewart, al Indian, el Baker Creek y este famoso río
Bonanza donde se absorbe el Eldorado.
Al este, la región de Klondike limita con la
parte del Dominion en que aparecen las primeras ramificaciones de las
montañas Rocosas. El río Mackensie atraviesa de sur a
norte estos territorios.
El centro del distrito presenta altas colinas; la
principal, conocida con el nombre de Dame, fue descubierta en
junio de 1897. Son los únicos relieves de este suelo por lo
general plano en el que se extiende la red hidrográfica de la
cuenca del Yukon. Se puede comprender la importancia de este río
sólo por el número de afluentes directos que posee: el
Klondike, alimentado por el Too Much Gold, el Hunker, que
surge de las entrañas del Dame, el Bear, el Awigley, el
Bonanza, el Bryant, el Swadish, el Montana, el Baker Creek, el
Westfield, el Geneenee, el Montecristo, el Insley, el Sixty
Miles, el Indian, corrientes de agua que acarrean grandes
cantidades de oro, y junto a las cuales centenas de parcelas ya
están en explotación.
Pero el territorio aurífero por excelencia es
el que baña el Bonanza, que sale de las alturas de
Cormack's, y sus múltiples afluentes: el Eldorado,
el Queen, el Boulder, el American, el Pure Gold, el Cripple,
el Tail, etc.
Es comprensible, pues, que los prospectores se hayan
precipitado en masa sobre un territorio en el que se multiplican los
ríos enteramente despejados de hielo durante los tres o cuatro
meses de la buena estación, sobre yacimientos tan numerosos y de
explotación relativamente fácil. Su número aumenta
cada año, a pesar de la parte del viaje comprendida entre
Skagway y la capital de Klondike.
En el lugar en que el río de este nombre se
precipita sobre el Yukon, sólo existía hace algunos
años una marisma que a menudo se sumergía en la
época de las crecidas. No había allí más
que algunas chozas de indios, unas "islas" construidas a la
manera rusa, donde vivían miserablemente familias
indígenas.
Allí se fundó Dawson City, que ya cuenta
con dieciocho mil habitantes.
Leduc, canadiense de origen, fundador de la ciudad, la
dividió en lotes, por los que no pedía más de
veinticinco francos, y que ahora encuentran compradores por precios que
varían entre cincuenta y doscientos mil francos.
Y si los primeros yacimientos de Klondike no
están destinados a agotarse en un futuro próximo, si
otros terrenos auríferos se descubren en la cuenca del gran
río, si las parcelas se llegan a contar ahí por miles,
¿no es posible acaso que Dawson City se convierta en una
metrópoli como Vancouver, en la Columbia británica, o
como Sacramento en la California americana?
Como la nueva ciudad estaba situada sobre una marisma,
desde el primer momento estuvo amenazada de desaparecer en una
inundación. El Klondike la divide en dos barrios situados en la
orilla derecha del Yukon, y en la época del deshielo es tal la
abundancia de agua que se pueden temer los mayores estragos.
Fue preciso construir diques sólidos para
resguardarse de estas inundaciones, que por lo demás se producen
sólo durante un breve período. En efecto, durante el
verano el estiaje de las aguas del Klondike baja a tal punto que los
peatones pueden pasar sin mojarse de un barrio al otro.
Los comienzos de la nueva ciudad fueron
difíciles, como se ve, lo que no impidió que el
número de habitantes creciera en una proporción
considerable.
Ben Raddle, no lo ignoramos, conocía a fondo la
historia de este distrito, pues se había informado de todos los
descubrimientos desde hacía algunos años. Sabía
cuál había sido la progresión del rendimiento de
las parcelas, una progresión siempre constante, y qué
enriquecimientos súbitos se habían producido. Que
él hubiera venido a Klondike sólo para tomar
posesión de la parcela del Forty Miles Creek, para
evaluarla y venderla al mejor precio, no ofrece ninguna duda. Pero
Summy Skim se daba cuenta de que, a medida que se aproximaban a Dawson
City, Ben Raddle se interesaba más de lo que él hubiera
querido en los trabajos de los mineros, y siempre temía que
sintiera la tentación de sumarse a ellos. Desde luego,
¡él se opondría, él no dejaría a su
primo comprometerse en tales empresas, no le permitiría
instalarse en ese país del oro y de la miseria!
Por esa época el distrito contaba por lo menos
con ocho mil parcelas, numeradas desde la desembocadura de los
afluentes y subafluentes del Yukon hasta su nacimiento. Los lotes eran
de quinientos pies de superficie, o de doscientos cincuenta
según la modificación establecida por la ley de 1896.
Cabe destacar que la preferencia de los prospectores y
de los sindicatos se dirigía siempre a los yacimientos del
Bonanza, de sus tributarios y también a los de las
montañas de la orilla izquierda. En ese suelo privilegiado
Georgie Mac Cormack vendió varias parcelas de ochenta pies de
largo por catorce de ancho, de las cuales se sacaron pepitas por un
valor de ocho mil dólares, o sea cuarenta mil francos, en menos
de tres meses...
La riqueza de los yacimientos del Eldorado es
tal que, según el experto en catastros Ogilvie, el promedio de
cada plato es de veinticinco a, treinta y cinco francos. La
conclusión es lógica: si, como todo lo hace creer, la
vena tiene treinta pies de ancho, quinientos de largo y cinco de
espesor, su rendimiento puede calcularse en unos veinte millones de
francos.
Las sociedades, los sindicatos, trataban de adquirir
esas parcelas y se las disputaban a los precios más altos. Es
difícil prever a qué tasa llegarán las ofertas
cuando se trata de terrenos en los que se recogen de mil quinientos a
cuatro mil francos de oro purísimo por plato. La onza vale, en
el mercado de Dawson City, quince y dieciséis
dólares.
Resultaba verdaderamente lamentable -es, al menos, lo
que debía pensar Ben Raddle- que la herencia del tío
Josías no fuera una de esas parcelas del Bonanza. Ya sea que se
tomara la decisión de explotarla o de venderla, el beneficio
habría sido más considerable. Es de suponer que, en tal
caso, las ofertas de compra a los herederos habrían sido tan
sustanciosas que Ben Raddle no hubiera emprendido el viaje a Klondike.
Summy Skim estaría veraneando en su hacienda de Green
Valley, en lugar de chapotear en las calles de esta capital en la
que el barro quizás encierra partículas del precioso
metal.
Es verdad que existía todavía la
proposición del sindicato relativa al número 129 del
Forty Miles Creek, a menos que por falta de respuesta hubiera
caducado.
Después de todo, Ben Raddle había venido
para ver, y vería. Aunque la 129 jamás hubiera producido
pepitas de tres mil francos -y la más grande que se
encontró en Klondike alcanzaba ese valor-, no debía estar
agotada, ya que se habían hecho ofrecimientos de compra. Los
sindicatos americanos o ingleses no tratan estos asuntos con los ojos
cerrados. En todo caso, aunque tuvieran la peor de las suertes, los dos
primos obtendrían por lo menos el dinero para costear el
viaje.
Y luego, Ben Raddle lo sabía, ya se hablaba de
nuevos descubrimientos en el río Hunker, un afluente del
Klondike, cuya desembocadura está a veintitrés
kilómetros de Dawson City; se trata de una corriente de agua de
siete leguas que pasa entre montañas de mil quinientos pies de
altura, ricas en yacimientos en los que el oro era más puro que
el del Eldorado. Se hablaba de un afluente del Gold
Bottom, donde, según el informe de Ogilvie,
existiría un filón de cuarzo aurífero que daba
hasta mil dólares por tonelada.
Los periódicos también llamaban la
atención sobre el Bear, un afluente del Klondike a sólo
cuatro leguas de Dawson City. Se dividía en sesenta lotes a lo
largo de once kilómetros, y su explotación, durante la
última campaña, habría producido beneficios
soberbios. Cundía el rumor de que, dispuestos estos lotes de
modo más regular que los del río Bonanza, se les
trabajaba con mayor facilidad.
Sin duda, Ben Raddle pensaba que quizás
habría que mirar hacia ese lado si no había nada que
hacer con el lote 129.
En cuanto a Summy Skim, se repetía a veces:
"Todo esto es perfecto. Muy bien el Bonanza, el
Eldorado, el Bear, el Hunker, el Gold Bottom. Pero a
nosotros nos interesa el Forty Miles Creek, y del Forty
Miles Creek no escucho decir nada, como si no existiera".
Existía, sin embargo, y el mapa de Bill Stell
lo señalaba exactamente como tributario del Yukon, río
abajo de Dawson City.
En verdad, hubiera sido una deplorable mala suerte que
ese Forty Miles Creek no hubiera aportado su cuota al
rendimiento aurífero del Klondike, el cual, según el
informe de Mac Donald, no había producido menos de cien millones
de francos durante la campaña realizada entre mayo y septiembre
del año 1898.
¿Cómo Ben Raddle y el propio Summy Skim
habrían podido dudar de la riqueza de ese distrito, que
provocaba, a pesar de las fatigas del viaje, un éxodo cada vez
más considerable de mineros de todo el mundo? Ese lugar
había entregado en 1896 siete millones quinientos mil francos en
pepitas, y en 1897 doce millones quinientos mil francos. El rendimiento
de 1898 podía cifrarse en treinta millones... Para resumir: por
numerosos que fueran los emigrantes, ¿no podrían
repartirse los doscientos cincuenta millones de francos en los cuales
Ogilvie evaluaba la riqueza de Klondike? Seguramente los millonarios
serían los menos, una pequeña cantidad, pero en todo caso
de las entrañas de ese suelo saldrían torrentes de
oro...
Hay que destacar también que el territorio de
Klondike no es el único en la región que está
surcado por venas auríferas. Se sabía que existían
otros, no solamente en la superficie del Dominion, sino del otro lado
del Yukon, en la inmensa área de Alaska, en la que ciertas
regiones no han sido todavía suficientemente exploradas. E
incluso en la orilla derecha del gran río, en la parte
canadiense, en la frontera meridional del Klondike, se menciona el
río Indian, cuyos yacimientos van a hacer la competencia a los
del distrito... Los mineros ya están ocupados en la
explotación de trescientas parcelas hasta la confluencia del
Sulphor y del Dominion, esteros que forman ese río. Más
de dos mil quinientos ya lavan platos de trescientos a cuatrocientos
francos.
Y no son sólo los afluentes de la orilla
derecha del Yukon los que acarrean láminas y pepitas de oro. Los
prospectores se precipitan ahora hacia los afluentes de la orilla
izquierda. Hay numeración de parcelas en el río Sixty
Miles, el Geneenee, el Westfield, el Swadish, que poseen por lo
menos seiscientos ochenta lotes, y, en fin, el Forty Miles
Creek, pues existe, a pesar de lo que pueda pensar Summy Skim, y
la parcela del tío Josías es la número 129, tal
como el telegrama lo había indicado al señor Snubbin, el
notario de Montreal.
Todavía más, en la parte del Klondike
situada entre el río Indian y el Inley, otro afluente del Yukon,
se encuentra una superficie todavía inexplorada donde los
mineros no tardarán en descubrir nuevas riquezas.
Basta echar una mirada al mapa del Dominion para
observar que las regiones auríferas, aparte de las de Klondike,
ya han sido indicadas: así las vecinas al macizo del Chilkoot,
que riegan el río Pelly antes de verter sus aguas en el Yukon, y
la del monte Cassiar, al norte de Telegraph Creek y al sur del
campo minero de Centreville.
Se ha podido comprobar asimismo que esas regiones son
todavía más numerosas en el territorio de Alaska, y se
puede estar seguro de que los americanos, los nuevos poseedores de ese
país, no las dejarán improductivas: al sur del gran
río se hallan las de Circle City, Rampart
City, los montes Tanana, y al norte la de Fort Yukon, y más
allá del círculo polar, toda una vasta comarca regada por
el Nootok y el Colville, y que proyecta la punta Hope sobre el
océano Ártico.
Mientras Ben Raddle hacía relumbrar estos
futuros tesoros ante los ojos de Summy Skim, éste se contentaba
con sonreír.
-Sí, decididamente es una región
favorecida por los dioses ésta que atraviesa el Yukon. Y
nosotros poseemos sólo un pedacito... ¡y lo único
que me interesa es deshacerme de una vez por todas de la herencia de
nuestro tío Josías!

1. Dos veces la
superficie de Francia. (Nota del autor)
2. Pez vela.
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