Una invernada entre los hielos
Capítulo III Destellos de
esperanza
En aquella época del año la
estación era favorable y la tripulación esperaba llegar
pronto al lugar del naufragio.
El plan de Juan Cornbutte se encontraba trazado.
Contaba con hacer escala en las islas Feroe, donde el viento del norte
podía haber llevado a los náufragos; luego, si se
cercioraba de que no habían sido recogidos en ningún
puerto de aquellos parajes, debía llevar sus búsquedas
mas allá del mar del Norte, registrar toda la costa occidental
de Noruega, hasta Bodoë, el lugar más cercano al naufragio,
y más allá todavía si era preciso.
Contrariamente a la opinión del capitán,
André Vasling pensaba que debían explorar primero las
costas de Islandia; pero Penellan hizo observar que durante la
catástrofe, la borrasca venía del oeste; lo cual,
admitiendo la esperanza de que los desventurados no habían sido
arrastrados hacia el abismo del Maelström, permitía suponer
que fueron empujados a la costa noruega.
Resolvieron por tanto, seguir aquel litoral lo mas
cerca posible, a fin de reconocer algunas huellas de su paso.
Al día siguiente de la partida, Juan Cornbutte,
con la cabeza inclinada sobre un mapa, se hallaba abismado en sus
reflexiones cuando una pequeña mano se apoyó en su hombro
y una dulce voz le dijo al oído:
-¡Tenga ánimo, tío!
Se volvió y quedó estupefacto.
María le rodeaba con sus brazos.
-¡María! ¡Mi hija a bordo! –
exclamo.
-La mujer bien puede ir en busca de su marido cuando
el padre se embarca para salvar a su hijo.
-¡Desventurada María! ¿Cómo
soportarás tú nuestras fatigas? ¿Sabes que tu
presencia puede perjudicar nuestra búsqueda?
-No, tío, porque soy fuerte.
-¿Quién sabe dónde seremos
arrastrados, María? Mira este mapa. Nos acercamos a estos
parajes tan peligrosos, incluso para nosotros los marinos, curtidos en
todas las fatigas del mar. Y tu, débil niña...
-Pero tío, soy de una familia de marinos.
¡Estoy acostumbrada a los relatos de combates y de tempestades!
¡Estoy junto a usted y a mi viejo amigo Penellan!
-¡Penellan! Ha sido él quien te ha
escondido a bordo.
-Sí, tío, pero sólo cuando ha
visto que yo estaba decidida a hacerlo sin su ayuda.
-¡Penellan! – gritó Juan
Cornbutte.
Penellan entró.
-Penellan, lo hecho, hecho, pero recuerda que eres
responsable de la existencia de María.
-Esté tranquilo, capitán –
respondió Penellan –. La pequeña tiene fuerza y
valor, y nos servirá de ángel guardián.
Además, capitán, ya conoce usted mi idea: en este mundo
todo va del mejor modo posible.
La joven fue instalada en un camarote que los
marineros dispusieron para ella en pocos instantes y que hicieron lo
más confortable posible.
Ocho días más tarde, La joven
audaz hacía escala en las Feroe; pero las minuciosas
exploraciones no dieron fruto alguno. Ningún náufrago,
ningún resto de navío se había recogido en las
costas. La noticia misma del suceso era completamente desconocida. El
brick continuó su viaje, después de diez
días de escala, hacia el l0 de junio. El estado de la mar era
bueno, los vientos firmes, El navío se vio rápidamente
impulsado hacia las costas de Noruega, que exploró sin mejores
resultados.
Juan Cornbutte resolvió dirigirse a Bodoë.
Tal vez allí sabría el nombre del navío
naufragado, en socorro del cual se habían precipitado Luis
Cornbutte y sus dos marineros.
El 30 de junio el brick fondeaba en ese
puerto.
Allí las autoridades entregaron a Juan
Cornbutte una botella encontrada en la costa y que contenía el
siguiente documento:
Este 2 de abril, a bordo del Froöern,
después de haber sido abordados por la chalupa de La joven
audaz, somos arrastrados por las corrientes hacia los hielos.
¡Que Dios tenga piedad de nosotros!
El primer impulso de Juan Cornbutte fue dar gracias al
cielo. ¡Se encontraba tras las huellas de su hijo! El
Froöern era una goleta noruega de la que hacía tiempo no se
tenían noticias, pero que, evidentemente, había sido
arrastrada hacia el norte,
No había tiempo que perder. La joven
audaz fue preparada para afrontar los peligros de los mares
polares. Fidele Misonne, el carpintero, la inspeccionó
escrupulosamente y aseguró que su sólida
construcción podría resistir el choque de los
témpanos.
Gracias a las recomendaciones de Penellan, que ya
había hecho la pesca de la ballena en los mares árticos,
embarcaron a bordo mantas de lana, ropas de pieles, numerosos mocasines
de piel de foca y madera necesaria para la fabricación de
trineos destinados a correr por las llanuras de hielos. Aumentaron en
gran proporción las provisiones de alcohol y de carbón de
tierra, porque era posible que tuvieran que invernar en algún
punto de la costa groenlandesa. Asimismo, a precio caro y con gran
esfuerzo, consiguieron cierta cantidad de limones, destinados a
prevenir o curar el escorbuto, esa terrible enfermedad que diezma las
tripulaciones en las regiones heladas. Todas las provisiones de viandas
saladas, de galletas, de alcohol, aumentadas en prudente medida,
comenzaron a llenar una parte de la cala del brick, porque el
pañol no daba abasto. Asimismo se proveyeron de una gran
cantidad de pernmican, preparación india que concentra muchos
elementos nutritivos en un pequeño volumen.
Por orden de Juan Cornbutte se embarcaron a bordo de
La joven audaz sierras destinadas a cortar los campos de hielo,
así como picos y cuñas aptas para separarlos. El
capitán dejó, para cuando llegasen a la costa
groenlandesa, la tarea de comprar los perros necesarios para el tiro de
los trineos.
Toda la tripulación se entregó a estos
preparativos y desplegó gran actividad. Los marineros Aupic,
Gervique y Gradlin seguían con diligencia los consejos del
timonel Penellan, que desde ese momento les indujo a no acostumbrarse a
las ropas de lana, aunque la temperatura ya fuera baja en aquellas
latitudes, situadas por encima del círculo polar.
Sin decir nada, Penellan observaba las menores
acciones de André Vasling. Aquel hombre, holandés de
origen, venía de no se sabe dónde, y, aunque buen marino,
había hecho sólo dos viajes a bordo de La joven
audaz. Penellan no podía reprocharle nada todavía,
salvo ser demasiado solícito con María, pero le vigilaba
de cerca.
Gracias a la actividad de la tripulación, el
brick estuvo armado hacia el primero de julio, quince
días después de su llegada a Bodoë. Era la
época favorable para intentar exploraciones en los mares
árticos; el deshielo venía produciéndose
hacía dos meses y las búsquedas podían realizarse
más al norte. La joven audaz aparejó y se
dirigió hacia el cabo Brewster, situado en la costa oriental de
Groenlandia, a setenta grados de latitud.

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