Una invernada entre los hielos
Capítulo VIII Plan de
exploración
El 9 de octubre Juan Cornbutte mantuvo consejo para
trazar el plan de operaciones, y al fin de que la solidaridad aumentara
el celo y valor de cada uno, admitió en la asamblea a toda la
tripulación. Con el mapa en la mano, expuso con claridad la
situación presente.
El lado oriental de Groenlandia avanza
perpendicularmente hacia el norte. Los descubrimientos de los
navegantes han proporcionado el límite exacto de estos parajes.
En ese espacio de cinco leguas que separa, Groenlandia del Spitzberg,
aun no se había explorado ninguna tierra. Una sola isla, la isla
Shannon, se encontraba a un centenar de millas al norte de la
bahía de Gael-Hamkes, donde iba a invernar La joven
audaz.
Por tanto, si el navío noruego, según
todas las probabilidades, había sido arrastrado en aquella
dirección, suponiendo que no hubiera logrado alcanzar la isla
Shannon, Luis Cornbutte y los náufragos habían debido
buscar asilo allí para el invierno.
Prevaleció esta opinión, a pesar de la
oposición de André Vasling, y se decidió que
dirigirían, las exploraciones al lado de la isla Shannon.
Inmediatamente se iniciaron los preparativos. En la
costa de Noruega se habían procurado un trineo hecho a la manera
de los esquimales, construidos con tablas curvadas por delante y por
detrás, y que servía para deslizarse por la nieve y el
hielo. Tenía doce pies de largo por cuatro de ancho, y, por
tanto, podía llevar provisiones para varias semanas en caso
necesario. Fidele Misonne pronto lo puso en situación de ser
utilizado. Trabajo sobre él en el almacén de nieve al que
habían sido trasladadas las herramientas. Por primera vez se
montó una estufa de carbón en aquel almacén,
porque sin ella todo trabajo hubiera sido imposible. El tubo de la
estufa salía por una de las paredes laterales mediante un
agujero excavado en la nieve; pero de esta disposición resultaba
un grave inconveniente porque el calor del tubo hacía que se
fundiese poco a poco la nieve en el lugar en que el tubo entraba en
contacto con ella, y la abertura crecía a ojos vistas. A Juan
Cornbutte se le ocurrió rodear esa porción de tubo con
una tela metálica, cuya propiedad consiste en impedir la salida
del calor. Y resultó perfecto.
Mientras Misonne trabajaba en el trineo, Penellan,
ayudado por María, preparaba las ropas de recambio para la ruta.
Afortunadamente abundaban las botas de piel de foca. Juan Cornbutte y
André Vasling se ocuparon de las provisiones; cogieron un
pequeño barril de alcohol, destinado a calentar un hornillo
portátil; tomaron en cantidad suficiente reservas de té y
de café; una pequeña caja de galletas, doscientas libras
de pemmican y algunas cantimploras de aguardiente completaron la parte
alimentaria. La caza debía proporcionar cada día
provisiones frescas. Cierta cantidad de pólvora fue repartida en
varios saquitos. La brújula, el sextante y el catalejo fueron
puestos al abrigo de cualquier choque.
El 11 de octubre el sol no reapareció sobre el
horizonte. Se vieron obligados a tener encendida continuamente una
lámpara en el lugar de la tripulación. No había
tiempo que perder, debían iniciar las exploraciones, y he
aquí por qué:
En el mes de enero, el frío sería tal
que resultaría imposible poner fuera los pies sin peligro para
la vida. Durante dos meses como mínimo, la tripulación se
vería condenada al acuartelamiento más completo; luego
comenzaría el deshielo, que se prolongaría hasta la
época en que el navío debiera abandonar los hielos. Ese
deshielo impediría forzosamente cualquier exploración.
Por otro lado, si Luis Cornbutte y sus compañeros todavía
vivían, no era probable que pudiesen resistir los rigores de un
invierno ártico. Por tanto era preciso salvarlos antes, o se
perdería la ultima esperanza.
André Vasling sabía todo esto mejor que
nadie. Por eso decidió aportar numerosos obstáculos a la
expedición.
Los preparativos del viaje concluyeron hacia el 20 de
octubre. Entonces hubo que escoger a los hombres que
participarían en él. La joven no debía quedar sin
la guarda de Juan Cornbutte o de Penellan. Pero ninguno de los dos
podía faltar en la caravana.
El problema fue entonces saber si María
soportaría las fatigas de semejante viaje. Hasta entonces
había pasado por rudas pruebas sin sufrir mucho, ya que era hija
de marino y estaba habituada desde su infancia a las fatigas del mar.
Realmente Penellan no se asustaba al verla, en medio de aquellos climas
horribles, luchando contra los peligros de los mares polares.
Tras largas discusiones decidieron que la joven
acompañaría a la expedición, y que, llegado el
caso, se reservaría un sitio en el trineo, sobre el que se
construyó una pequeña cabaña de madera
herméticamente cerrada. En cuanto a María, vio todos sus
deseos colmados, porque le resultaba muy desagradable la idea de
separarse de sus dos protectores.
La expedición, por tanto, quedó formada
de la siguiente manera: María, Juan Cornbutte, Penellan,
André Vasling, Aupic y Fidele Misonne. Alain Turquiette quedo
especialmente encargado de la guardia del brick, en el que
permanecerían también Gervique y Gradlin. Se prepararon
nuevas provisiones de todo tipo porque Juan Cornbutte, a fin de
conducir la exploración lo más lejos posible había
decidido hacer depósitos a lo largo del camino, cada siete u
ocho días de marcha. Cuando el trineo estuvo preparado, lo
cargaron inmediatamente, y fue recubierto con una tienda de pieles de
búfalo. El conjunto formaba un peso de unas setecientas libras,
que un tiro de cinco perros podía arrastrar con facilidad sobre
el hielo.
El 22 de octubre, y siguiendo las previsiones del
capitán, se produjo en la temperatura un cambio repentino. El
cielo se aclaró, las estrellas lanzaron un resplandor muy vivo y
la Luna brilló encima del horizonte para no dejarlo ya durante
una quincena de días. El termómetro había
descendido a veinticinco grados bajo cero. La partida se fijó
para el día siguiente.

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