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El volcán de oro
Editado
© René Contreras
20 de julio del 2003
Tomado de Logo de Librodot.com
Primera parte
Indicador El legado de un tío
Indicador Los dos primos
Indicador De Montreal a Vancouver
Indicador Vancouver
Indicador A bordo del Football
Indicador Skagway
Indicador El Chilkoot
Indicador Al lago Lindeman
Indicador Del lago Benett a...
Indicador Klondike
Indicador En Dawson City
Indicador De Dawson City a la...
Indicador La parcela 129
Indicador La explotación
Indicador La noche del 5 al 6 de...
Segunda parte
(click encima para ver el contenido del volumen)

El volcán de oro (versión original)
Primera parte - Capítulo X
Klondike

Esa parte de Norteamérica que se llama Alaska es una vasta región, bañada a la vez por las aguas de dos océanos: el Ártico y el Pacífico. No se calcula en menos de ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados la superficie de este territorio, que el imperio ruso cedió a los americanos, se dice, tanto por simpatía por la Unión como por antipatía por Gran Bretaña. En todo caso, hubiera sido difícil que esta región no llegara a ser americana y sirviera al engrandecimiento del Dominion y de la Columbia británica. ¿No justificará acaso el futuro la famosa doctrina Monroe: toda América para los americanos?

Aparte de los yacimientos auríferos que posee, ¿se sacará algún provecho de este territorio medio canadiense, medio alaskiense, regado por el Yukon, situado en parte más allá del círculo polar, y cuyo suelo no es favorable para ningún tipo de industria agrícola? Es poco probable.

No hay que olvidar, sin embargo, que, comprendiendo las islas Baranof, Amirauté, Príncipe de Gales, que pertenecen a Alaska, del mismo modo que el archipiélago de las Áleutianas, esta región presenta una extensa costa de trece mil kilómetros, en la que una serie de puertos se prestan para que los navíos hagan escala en esos tempestuosos parajes: desde Sitka, la capital de Alaska, hasta Saint Michel, situado en la desembocadura del Yukon, uno de los ríos más grandes del Nuevo Mundo.

Después de haber sido descubierta por los rusos en 1730, luego explorada en 1741, cuando su población total no sobrepasaba los treinta y tres mil habitantes, la mayoría de origen indio, esta comarca se halla hoy invadida por la muchedumbre de emigrantes y prospectores que el descubrimiento de las minas de oro atrae desde hace algunos años a Klondike.

Para establecer la línea de demarcación entre Alaska y el Dominion, se ha escogido el meridiano ciento cuarenta y uno, que parte del monte Saint Elie, de cinco mil ochocientos veintidós metros de altura, y termina en el océano Ártico.

Al contemplar un mapa de Alaska, se observa que el suelo es plano en la mayor parte de su superficie. El sistema orográfico no se presenta sino en el sur. Allí surge la cadena de montañas que continúa a través de la Columbia británica y California y que lleva el nombre de Cascade Range.

Lo que llama particularmente la atención es el curso del Yukon. Después de haber regado el Dominion, dirigiéndose hacia el norte hasta Fort Cudahy, después de haberlo surcado con sus afluentes y subafluentes (inmensa red hidrográfica en la que se entrecruzan el Pelly, el Big Salmon, el Hootalinga, el Stewart, el Sixty Miles, el Forty Miles Creek, el Indian, el Klondike), este magnífico río describe una curva hasta Fort Yukon, para volver a descender hacia el sudeste y derramar sus últimas aguas en Saint Michel, en la cuenca del mar de Bering.

En suma, el Yukon es el río del oro por excelencia. Con sus tributarios, surca los yacimientos más ricos de Alaska y del Dominion, y, si las pepitas flotaran, ¡cuántas pepitas flotarían en su superficie!

El Yukon es superior al Padre de las Aguas, al mismo Mississippi. Su caudal sobrepasa los veintitrés mil metros cúbicos por segundo, y su curso se extiende sobre dos mil doscientos noventa kilómetros, a través de una cuenca cuya superficie debe tener un millón de kilómetros cuadrados1.

Aunque los territorios que recorre no son aptos para el cultivo, el área forestal es muy considerable. Se constituye sobre todo de impenetrables bosques de cedros amarillos, de los que todo el planeta podría disfrutar si sus bosques llegaran a agotarse. La fauna está representada por el oso negro, el oriñal, el caribú, el tebai u oveja de montaña, la gacela de largo pelaje blanco; las aves se encuentran por miríadas: gangas, becadas, tordos, perdices de nieve, patos en tal cantidad que, en los tiempos del descubrimiento, bastaban para la alimentación de la población indígena.

Las aguas que bañan este inmenso perímetro de costas no son menos ricas en mamíferos marinos y en peces de toda clase. Hay uno entre ellos, el harlatán, que es digno de mención por el uso que se puede hacer de él. Está de tal modo impregnado de aceite que basta encenderlo para que dé luz como una candela. De ahí el nombre de Candle Fish2 que le han dado los americanos.

Pero la riqueza aurífera es superior a todas las otras. Es posible que su rendimiento sea mayor que el de Australia, California y las minas de África meridional.

Los primeros yacimientos de Klondike se descubrieron en 1864.

El reverendo Mac Donald halló por entonces oro como para recogerlo a cucharadas en un pequeño río vecino a Fort Yukon.

En 1882, un contingente de antiguos mineros de California, entre ellos los hermanos Boswell, se aventuraron a través de los senderos del Chilkoot y explotaron regularmente las primeras parcelas.

En 1885, lavadores de oro del Lewis-Yukon descubrieron los yacimientos del Forty Miles Creek, un poco río abajo del emplazamiento que iba a ocupar Dawson City, en la línea convencional que separa Alaska del Dominion. Dos años después, el mismo año en que el gobierno canadiense procedió a la delimitación de la frontera, se extrajeron del lugar más de seiscientos mil francos de oro.

En 1892, la North American Trading and Transportation Company de Chicago fundó el caserío de Fort Cudahy, cerca de la desembocadura del Forty Miles Creek; debía defenderlo el fuerte Constantine, construido dos años después. Puestos todos al trabajo allí, trece agentes de policía, cuatro suboficiales y tres oficiales recogieron por lo menos mil quinientos francos en las parcelas del río Sixty Miles, un poco antes de Dawson City.

La carrera había empezado. Los prospectores acudirían de todas partes. En 1895, no eran menos de mil canadienses, principalmente franceses, los que atravesaban el Chilkoot y se dispersaban por los territorios ribereños del Yukon.

En 1896 se difunde la resonante noticia: se ha descubierto el Eldorado, un afluente del Bonanza, que es afluente del Klondike, el cual es a su vez afluente del Yukon. Una multitud de buscadores de oro se precipita en esos territorios. En Dawson City, los lotes que se vendían en veinticinco francos valen ahora ciento cincuenta mil. El gobierno de Ottawa va a reconocer a la ciudad la categoría de capital en 1898.

La región que lleva específicamente el nombre de Klondike es sólo un distrito del Dominion. Pertenece pues a esa vasta anexión inglesa del Canadá, como parte de la Columbia británica. El grado ciento cuarenta y uno de longitud, que traza la línea fronteriza entre la Alaska convertida en posesión americana y las posesiones de Gran Bretaña, marca el límite occidental del distrito.

La frontera norte la marca el río Klondike, afluente del Yukon, de ciento cuarenta kilómetros de longitud. El Klondike llega hasta la misma Dawson City, a la que divide en dos partes desiguales.

Al oeste, el límite es el meridiano convencional, que el Yukon corta un poco al noroeste de la capital, después de haber recibido por su orilla derecha al río Stewart, al Indian, el Baker Creek y este famoso río Bonanza donde se absorbe el Eldorado.

Al este, la región de Klondike limita con la parte del Dominion en que aparecen las primeras ramificaciones de las montañas Rocosas. El río Mackensie atraviesa de sur a norte estos territorios.

El centro del distrito presenta altas colinas; la principal, conocida con el nombre de Dame, fue descubierta en junio de 1897. Son los únicos relieves de este suelo por lo general plano en el que se extiende la red hidrográfica de la cuenca del Yukon. Se puede comprender la importancia de este río sólo por el número de afluentes directos que posee: el Klondike, alimentado por el Too Much Gold, el Hunker, que surge de las entrañas del Dame, el Bear, el Awigley, el Bonanza, el Bryant, el Swadish, el Montana, el Baker Creek, el Westfield, el Geneenee, el Montecristo, el Insley, el Sixty Miles, el Indian, corrientes de agua que acarrean grandes cantidades de oro, y junto a las cuales centenas de parcelas ya están en explotación.

Pero el territorio aurífero por excelencia es el que baña el Bonanza, que sale de las alturas de Cormack's, y sus múltiples afluentes: el Eldorado, el Queen, el Boulder, el American, el Pure Gold, el Cripple, el Tail, etc.

Es comprensible, pues, que los prospectores se hayan precipitado en masa sobre un territorio en el que se multiplican los ríos enteramente despejados de hielo durante los tres o cuatro meses de la buena estación, sobre yacimientos tan numerosos y de explotación relativamente fácil. Su número aumenta cada año, a pesar de la parte del viaje comprendida entre Skagway y la capital de Klondike.

En el lugar en que el río de este nombre se precipita sobre el Yukon, sólo existía hace algunos años una marisma que a menudo se sumergía en la época de las crecidas. No había allí más que algunas chozas de indios, unas "islas" construidas a la manera rusa, donde vivían miserablemente familias indígenas.

Allí se fundó Dawson City, que ya cuenta con dieciocho mil habitantes.

Leduc, canadiense de origen, fundador de la ciudad, la dividió en lotes, por los que no pedía más de veinticinco francos, y que ahora encuentran compradores por precios que varían entre cincuenta y doscientos mil francos.

Y si los primeros yacimientos de Klondike no están destinados a agotarse en un futuro próximo, si otros terrenos auríferos se descubren en la cuenca del gran río, si las parcelas se llegan a contar ahí por miles, ¿no es posible acaso que Dawson City se convierta en una metrópoli como Vancouver, en la Columbia británica, o como Sacramento en la California americana?

Como la nueva ciudad estaba situada sobre una marisma, desde el primer momento estuvo amenazada de desaparecer en una inundación. El Klondike la divide en dos barrios situados en la orilla derecha del Yukon, y en la época del deshielo es tal la abundancia de agua que se pueden temer los mayores estragos.

Fue preciso construir diques sólidos para resguardarse de estas inundaciones, que por lo demás se producen sólo durante un breve período. En efecto, durante el verano el estiaje de las aguas del Klondike baja a tal punto que los peatones pueden pasar sin mojarse de un barrio al otro.

Los comienzos de la nueva ciudad fueron difíciles, como se ve, lo que no impidió que el número de habitantes creciera en una proporción considerable.

Ben Raddle, no lo ignoramos, conocía a fondo la historia de este distrito, pues se había informado de todos los descubrimientos desde hacía algunos años. Sabía cuál había sido la progresión del rendimiento de las parcelas, una progresión siempre constante, y qué enriquecimientos súbitos se habían producido. Que él hubiera venido a Klondike sólo para tomar posesión de la parcela del Forty Miles Creek, para evaluarla y venderla al mejor precio, no ofrece ninguna duda. Pero Summy Skim se daba cuenta de que, a medida que se aproximaban a Dawson City, Ben Raddle se interesaba más de lo que él hubiera querido en los trabajos de los mineros, y siempre temía que sintiera la tentación de sumarse a ellos. Desde luego, ¡él se opondría, él no dejaría a su primo comprometerse en tales empresas, no le permitiría instalarse en ese país del oro y de la miseria!

Por esa época el distrito contaba por lo menos con ocho mil parcelas, numeradas desde la desembocadura de los afluentes y subafluentes del Yukon hasta su nacimiento. Los lotes eran de quinientos pies de superficie, o de doscientos cincuenta según la modificación establecida por la ley de 1896.

Cabe destacar que la preferencia de los prospectores y de los sindicatos se dirigía siempre a los yacimientos del Bonanza, de sus tributarios y también a los de las montañas de la orilla izquierda. En ese suelo privilegiado Georgie Mac Cormack vendió varias parcelas de ochenta pies de largo por catorce de ancho, de las cuales se sacaron pepitas por un valor de ocho mil dólares, o sea cuarenta mil francos, en menos de tres meses...

La riqueza de los yacimientos del Eldorado es tal que, según el experto en catastros Ogilvie, el promedio de cada plato es de veinticinco a, treinta y cinco francos. La conclusión es lógica: si, como todo lo hace creer, la vena tiene treinta pies de ancho, quinientos de largo y cinco de espesor, su rendimiento puede calcularse en unos veinte millones de francos.

Las sociedades, los sindicatos, trataban de adquirir esas parcelas y se las disputaban a los precios más altos. Es difícil prever a qué tasa llegarán las ofertas cuando se trata de terrenos en los que se recogen de mil quinientos a cuatro mil francos de oro purísimo por plato. La onza vale, en el mercado de Dawson City, quince y dieciséis dólares.

Resultaba verdaderamente lamentable -es, al menos, lo que debía pensar Ben Raddle- que la herencia del tío Josías no fuera una de esas parcelas del Bonanza. Ya sea que se tomara la decisión de explotarla o de venderla, el beneficio habría sido más considerable. Es de suponer que, en tal caso, las ofertas de compra a los herederos habrían sido tan sustanciosas que Ben Raddle no hubiera emprendido el viaje a Klondike. Summy Skim estaría veraneando en su hacienda de Green Valley, en lugar de chapotear en las calles de esta capital en la que el barro quizás encierra partículas del precioso metal.

Es verdad que existía todavía la proposición del sindicato relativa al número 129 del Forty Miles Creek, a menos que por falta de respuesta hubiera caducado.

Después de todo, Ben Raddle había venido para ver, y vería. Aunque la 129 jamás hubiera producido pepitas de tres mil francos -y la más grande que se encontró en Klondike alcanzaba ese valor-, no debía estar agotada, ya que se habían hecho ofrecimientos de compra. Los sindicatos americanos o ingleses no tratan estos asuntos con los ojos cerrados. En todo caso, aunque tuvieran la peor de las suertes, los dos primos obtendrían por lo menos el dinero para costear el viaje.

Y luego, Ben Raddle lo sabía, ya se hablaba de nuevos descubrimientos en el río Hunker, un afluente del Klondike, cuya desembocadura está a veintitrés kilómetros de Dawson City; se trata de una corriente de agua de siete leguas que pasa entre montañas de mil quinientos pies de altura, ricas en yacimientos en los que el oro era más puro que el del Eldorado. Se hablaba de un afluente del Gold Bottom, donde, según el informe de Ogilvie, existiría un filón de cuarzo aurífero que daba hasta mil dólares por tonelada.

Los periódicos también llamaban la atención sobre el Bear, un afluente del Klondike a sólo cuatro leguas de Dawson City. Se dividía en sesenta lotes a lo largo de once kilómetros, y su explotación, durante la última campaña, habría producido beneficios soberbios. Cundía el rumor de que, dispuestos estos lotes de modo más regular que los del río Bonanza, se les trabajaba con mayor facilidad.

Sin duda, Ben Raddle pensaba que quizás habría que mirar hacia ese lado si no había nada que hacer con el lote 129.

En cuanto a Summy Skim, se repetía a veces:

"Todo esto es perfecto. Muy bien el Bonanza, el Eldorado, el Bear, el Hunker, el Gold Bottom. Pero a nosotros nos interesa el Forty Miles Creek, y del Forty Miles Creek no escucho decir nada, como si no existiera".

Existía, sin embargo, y el mapa de Bill Stell lo señalaba exactamente como tributario del Yukon, río abajo de Dawson City.

En verdad, hubiera sido una deplorable mala suerte que ese Forty Miles Creek no hubiera aportado su cuota al rendimiento aurífero del Klondike, el cual, según el informe de Mac Donald, no había producido menos de cien millones de francos durante la campaña realizada entre mayo y septiembre del año 1898.

¿Cómo Ben Raddle y el propio Summy Skim habrían podido dudar de la riqueza de ese distrito, que provocaba, a pesar de las fatigas del viaje, un éxodo cada vez más considerable de mineros de todo el mundo? Ese lugar había entregado en 1896 siete millones quinientos mil francos en pepitas, y en 1897 doce millones quinientos mil francos. El rendimiento de 1898 podía cifrarse en treinta millones... Para resumir: por numerosos que fueran los emigrantes, ¿no podrían repartirse los doscientos cincuenta millones de francos en los cuales Ogilvie evaluaba la riqueza de Klondike? Seguramente los millonarios serían los menos, una pequeña cantidad, pero en todo caso de las entrañas de ese suelo saldrían torrentes de oro...

Hay que destacar también que el territorio de Klondike no es el único en la región que está surcado por venas auríferas. Se sabía que existían otros, no solamente en la superficie del Dominion, sino del otro lado del Yukon, en la inmensa área de Alaska, en la que ciertas regiones no han sido todavía suficientemente exploradas. E incluso en la orilla derecha del gran río, en la parte canadiense, en la frontera meridional del Klondike, se menciona el río Indian, cuyos yacimientos van a hacer la competencia a los del distrito... Los mineros ya están ocupados en la explotación de trescientas parcelas hasta la confluencia del Sulphor y del Dominion, esteros que forman ese río. Más de dos mil quinientos ya lavan platos de trescientos a cuatrocientos francos.

Y no son sólo los afluentes de la orilla derecha del Yukon los que acarrean láminas y pepitas de oro. Los prospectores se precipitan ahora hacia los afluentes de la orilla izquierda. Hay numeración de parcelas en el río Sixty Miles, el Geneenee, el Westfield, el Swadish, que poseen por lo menos seiscientos ochenta lotes, y, en fin, el Forty Miles Creek, pues existe, a pesar de lo que pueda pensar Summy Skim, y la parcela del tío Josías es la número 129, tal como el telegrama lo había indicado al señor Snubbin, el notario de Montreal.

Todavía más, en la parte del Klondike situada entre el río Indian y el Inley, otro afluente del Yukon, se encuentra una superficie todavía inexplorada donde los mineros no tardarán en descubrir nuevas riquezas.

Basta echar una mirada al mapa del Dominion para observar que las regiones auríferas, aparte de las de Klondike, ya han sido indicadas: así las vecinas al macizo del Chilkoot, que riegan el río Pelly antes de verter sus aguas en el Yukon, y la del monte Cassiar, al norte de Telegraph Creek y al sur del campo minero de Centreville.

Se ha podido comprobar asimismo que esas regiones son todavía más numerosas en el territorio de Alaska, y se puede estar seguro de que los americanos, los nuevos poseedores de ese país, no las dejarán improductivas: al sur del gran río se hallan las de Circle City, Rampart City, los montes Tanana, y al norte la de Fort Yukon, y más allá del círculo polar, toda una vasta comarca regada por el Nootok y el Colville, y que proyecta la punta Hope sobre el océano Ártico.

Mientras Ben Raddle hacía relumbrar estos futuros tesoros ante los ojos de Summy Skim, éste se contentaba con sonreír.

-Sí, decididamente es una región favorecida por los dioses ésta que atraviesa el Yukon. Y nosotros poseemos sólo un pedacito... ¡y lo único que me interesa es deshacerme de una vez por todas de la herencia de nuestro tío Josías!

Línea divisoria

1. Dos veces la superficie de Francia. (Nota del autor)
2. Pez vela.

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