La familia Ratón
Capítulo XV
Los recién casados acaban de ser conducidos a
su habitación con gran pompa: el duque y la duquesa Ratón
les acompañan con el hada Firmenta, que no ha querido abandonar
a la joven pareja, cuyos amores ha protegido. Nada tienen que temer del
príncipe Kissador ni del encantador Gardafur, que jamás
han sido vistos en el país, y, sin embargo, el hada experimenta
cierta inquietud, como un presentimiento secreto. Ella sabe que
Gardafur se encuentra a punto de recobrar su poder de encantador, y
esto no deja de intranquilizarla y preocuparla.
No hay que decir que Ratana está allí
ofreciendo sus servicios a su joven ama, así mismo don Rata, que
no quería separarse de su mujer, y el primo Raté, por
fin, si bien en aquel momento la vista de la que ama debe destrozarle
el corazón.
El hada Firmenta, que continúa llena de
ansiedad, se apresura a mirar si el encantador Gardafur se oculta por
algún sitio, tras una cortina, bajo cualquier mueble... Mira...,
escudriña... ¡Nadie!
En vista de ello, al considerar que el príncipe
Ratín y la princesa Ratina van a quedarse en aquella
habitación y que están solos, comienza a cobrar
confianza.
De pronto se abre una puerta lateral, muy bruscamente,
en el momento en que el hada decía a la joven pareja:
-¡Sed felices!
-¡Todavía no! -gritó una voz
terrible.
Gardafur acaba de aparecer agitando en su mano la
varita mágica. ¡Firmenta ya nada puede hacer por aquella
desventurada familia!
Todos han quedado mudos de estupor; inmóviles
en el primer instante, retroceden en seguida en grupo, tratando de
parapetarse tras el hada.
-¡Hada bondadosa...! ¿Nos
abandonáis quizá...? ¡Protegednos!
-¡Firmenta -respondió Gardafur-, has
agotado tu poder para salvarlos, y yo ahora he recobrado todo el
mío para perderlos! ¡Tu varita no puede en la actualidad
hacer nada por ellos, mientras que la mía...!
Y diciendo esto; Gardafur la agitaba, describiendo
círculos mágicos y haciéndola silbar en el aire,
como si estuviera dotada de una vida sobrenatural.
Ratón y los suyos comprendieron que el hada se
hallaba desarmada, ya que no podía librarles mediante una
metamorfosis superior.
-¡Hada Firmenta -volvió a gritar
Gardafur-, tú hiciste hombres, pues ahora voy a hacer yo
bestias!
-¡Piedad, piedad! -murmuraba Ratina, tendiendo
sus manos hacia el encantador.
-¡No hay piedad! -respondió Gardafur-. El
primero que sea tocado por mi varita quedará cambiado en
mono.
Dicho esto, Gardafur marchó sobre el
infortunado grupo, que se dispersó al verle acercarse.
¡Si los hubierais visto correr a través
de la habitación, de la que no podían escapar, por
hallarse cerradas las puertas, arrastrando consigo Ratín a
Ratina, tratando de librarla del contacto de la varita mágica,
poniéndose él delante, sin pensar en el peligro que
él mismo corría...!
Él mismo, sí, pues el encantador acababa
de exclamar:
-¡En cuanto a ti, hermoso joven, pronto te
mirará Ratina con asco!
A estas palabras, Ratina cayó desvanecida en
brazos de su madre, y Ratín avanzaba hacia la puerta principal,
mientras Gardafur, precipitándose sobre él,
-¡A ti, Ratín! -gritaba.
En aquel preciso instante, se abre la puerta
principal..., aparece el príncipe, y él es quien recibe
el golpe destinado a Ratín...
El príncipe Kissador ha sido tocado por la
varita... ¡Ya no es otra cosa que un horrible
chimpancé!
¡A qué furor se entrega entonces!
¡Él, tan orgulloso de su belleza, tan lleno de altivez y
jactancia, trocado ahora en mono, de faz repulsiva, largas orejas,
hocico prominente, brazos que le llegan hasta las rodillas, una nariz
aplastada, una piel amarillenta cuyos pelos se erizan...!
Un espejo se encuentra allí sobre una de las
paredes, de la cámara... ¡Se mira...! Lanza un grito
terrible... Salta sobre Gardafur, estupefacto de su torpeza..., le coge
por el pescuezo y le estrangula con su robusta mano de
chimpancé.
Entonces se abre el suelo, como es de rigor en todas
las brujerías, un leve vapor se escapa de él y el malvado
Gardafur desaparece en medio de un torbellino de llamas.
En seguida el príncipe Kissador se precipita
sobre una ventana, la abre de un golpe, la franquea de un salto y corre
a unirse a sus semejantes en el bosque próximo. ¡El
príncipe Kissador ya no es otra cosa que un horrible
chimpancé!

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