La familia Ratón
Capítulo XVI
Y entonces, a nadie sorprenderé yo diciendo que
todo aquello acabó en una apoteosis, para la completa
satisfacción de la vista, del oído y hasta del gusto y
del olfato. El ojo admira los más bellos paisajes del mundo bajo
un cielo de Oriente; el oído se llena de armonías
paradisíacas; la nariz aspira perfumes embriagadores, destilados
por millares de flores; y los labios se perfuman con un aire cargado
del sabor de los frutos más delicados.
En fin, toda la venturosa familia se encuentra en
éxtasis, hasta el punto de que Ratón, el mismo padre
Ratón, ha dejado de sentir su gota. ¡Está curado y
envía noramala su vieja muleta!
-¡Hombre! -grita la duquesa Ratona-. ¿No
estáis ya gotoso, querido mío?
-Así parece -dijo Ratón-, y heme
aquí sin muletas.
-¡Padre mío! -exclama alegremente
Ratina.
-¡Ah, señor Ratón! -añaden
Rata y Ratana.
En seguida se adelanta el hada Firmenta, diciendo:
-En efecto, Ratón, ahora sólo de usted
depende el ser hombre, y si quiere, yo puedo...
-¿Hombre, señora hada...?
-Sí -replica la señora Ratona-,
sí, hombre y duque, como yo soy mujer y duquesa...
-A fe mía -responde nuestro filósofo-,
ratón soy y ratón me quedaré; esto es preferible,
a mi juicio, y como decía, o lo dirá el poeta Menandro:
«Perro, caballo, buey, asno, todo es preferible a ser hombre, mal
que os pese...»

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