La familia Ratón
Capítulo V
En aquel momento, una masa oscura comienza a
destacarse sobre la superficie del mar. Es una chalupa con su gran palo
de mesana y su foque al viento, y que se acerca a la bahía
impulsada por una fresca brisa. El príncipe y el encantador
están a bordo, y a ellos debe vender la tripulación toda
su pesca.
La red ha sido arrojada al mar; en aquella amplia
bolsa que se pasea por el fondo arenoso se cogen, a centenares, toda
clase de peces, moluscos y crustáceos, Ratón y los suyos
se agitan bulliciosamente bajo las aguas. cangrejos, camarones,
bogavantes, gallos, rayas, lenguados, barbadas, angelotes,
arañas, doradas, rodaballos, lubinas, rubios, mújoles,
salmonetes y muchos más.
¡Qué riesgo tan grande amenaza a la
familia Ratón, entregada a la pena de vivir en su prisión
de concha! Si por desgracia la red la recoge, ¡ya no podrá
escapar! Entonces, el rodaballo, la araña, el lucio, la trucha,
la pescadilla, cogidas por la mano fuerte del marinero, serán
amontonados con los demás para ser expedidos a alguna gran
capital y expuestos, palpitantes aún, sobre el mármol de
los revendedores, en tanto que la dorada, cogida por el
príncipe, estará perdida para siempre para su amado
Ratín!
Mas he aquí que el tiempo cambia. El mar
empieza a agitarse, silba el viento, la tormenta estalla con furia; es
la tempestad que avanza.
El barco es horriblemente sacudido por el oleaje; no
hay tiempo de recoger la red, que se rompe, y, a pesar de los esfuerzos
del timonel, el barco es arrojado sobre la costa, estrellándose
contra los arrecifes. Apenas si el príncipe Kissador y Gardafur
pueden escapar al naufragio gracias a la abnegación de los
pescadores.
Es el hada buena, queridos niños, la que ha
hecho desencadenar aquella tempestad para salvar a la familia
Ratón. Ella continúa allí, acompañada del
hermoso joven, y con su varita mágica en la mano.
Entonces, Ratón y los suyos se agitan
bulliciosamente bajo las aguas, que se han calmado. El rodaballo se
vuelve y se revuelve. Su hembra nada coquetonamente. El lucio abre y
cierra sus vigorosas mandíbulas, en las que se pierden algunos
pececillos. La trucha hace monadas, y la pescadilla, a quien estorban
las conchas, se mueve torpemente. En cuanto a la linda dorada, parece
aguardar a que Ratín se precipite a las aguas para reunirse con
ella y recomenzar el idilio... Él quisiera hacerlo, sí,
pero el hada le detiene.
-No -dice-, ¡no antes de que Ratina haya
recobrado la forma bajo la que acertó a agradarte por primera
vez!

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