De la Tierra a la Luna
Capítulo XXVIII Un astro
nuevo
Aquella misma noche, la palpitante noticia esperada
con tanta impaciencia, cayó como un rayo en los estados de la
Unión, y luego, atravesando el océano, circuló por
todos los hilos telegráficos del globo. El proyectil
había sido percibido gracias al gigantesco reflector de
Long's Peak.
He aquí la nota redactada por el director del
observatorio de Cambridge, la cual contiene la conclusión
científica del gran experimento del Gun-Club.
Long's Peak,12 de diciembre
A los señores miembros del observatorio de
Cambridge
El proyectil disparado por el Columbiad de Stone
Hill ha sido percibido por J. Belfast y J. T. Maston, el 12 de
diciembre, a las ocho horas cuarenta y siete minutos de la noche,
habiendo entrado la Luna en su último cuarto.
El proyectil no ha llegado a su término. Ha
pasado, sin embargo, bastante cerca de él para ser retenido por
la atracción lunar.
Allí, su movimiento rectilíneo se ha
convertido en un movimiento circular de una rapidez vertiginosa, y ha
sido arrastrado siguiendo una órbita elíptica alrededor
de la Luna, de la cual ha pasado a ser el verdadero
satélite.
Los elementos de este nuevo astro no han podido
aún determinarse. No se conoce su velocidad de traslación
ni su velocidad de rotación. Puede calcularse en dos mil
ochocientas treinta y tres millas (aproximadamente cuatro mil
quinientas leguas), la distancia que le separa de la superficie de la
Luna.
En la actualidad se pueden establecer dos
hipótesis, y según la que corresponda al hecho, modificar
de distinta manera el estado de cosas:
O la atracción de la Luna prevalecerá
sobre todas las fuerzas, y arrastrará el proyectil, en cuyo caso
los viajeros llegarán al término de su viaje.
O, conservándose el proyectil en una
órbita inmutable, gravitará alrededor del disco lunar
hasta la consumación de los siglos.
He aquí lo que las observaciones nos
dirán un día u otro, pero, por ahora, el único
resultado de la tentativa del Gun-Club ha sido dotar a nuestro sistema
solar de un astro nuevo.
J. Belfast.
¡Cuántas cuestiones suscitaba un
desenlace tan inesperado! ¡Qué situación
preñada de misterios reserva el porvenir a las investigaciones
de la ciencia! Gracias al valor y abnegación de tres hombres,
una empresa tan fútil en apariencia, cual era la de enviar un
proyectil a la Luna, acababa de tener un resultado inmenso, cuyas
consecuencias son incalculables. Los viajeros, encarcelados en un nuevo
satélite, si bien es verdad que no habían alcanzado su
objeto, formaban al menos parte del mundo lunar; gravitaban alrededor
del astro de la noche, y por primera vez podía la vista penetrar
todos sus misterios. Los nombres de Nicholl, de Barbicane y de Miguel
Ardan deberán, pues, ser siempre célebres en los
acontecimientos astronómicos, porque estos atrevidos
exploradores, deseando ensanchar el círculo de los conocimientos
humanos, atravesaron audazmente el espacio y se jugaron la vida en la
más sorprendente tentativa de los tiempos modernos.
Conocida la nota de Long's Peak, hubo en el
universo entero un sentimiento de sorpresa y espanto. ¿Era
posible auxiliar a aquellos heroicos habitantes de la Tierra? No, sin
duda alguna, porque se habían colocado fuera de la humanidad
traspasando los límites impuestos por Dios a las criaturas
terrestres. Podían procurarse aire durante dos meses.
Tenían víveres para un año. ¿Pero
después?... Los corazones más insensibles palpitaban al
dirigirse tan terrible pregunta.
Un hombre, uno solo, se negaba a admitir que la
situación fuese desesperada, uno solo tenía confianza, y
era su amigo adicto, audaz y resuelto como ellos, el buen J. T.
Maston.
No les perdía de vista. Su domicilio fue en lo
sucesivo Long's Peak; su horizonte, el espejo del inmenso
reflector. Apenas la Luna aparecía en el horizonte, la encerraba
en el campo del telescopio y la seguía asiduamente en su marcha
por los espacios planetarios. Observaba con una paciencia eterna el
paso del proyectil por su disco de plata, y, en realidad, el digno
veterano vivía en comunicación perpetua con sus tres
amigos, y no desesperaba de volverlos a ver un día u otro.
"Me cartearé con ellos -decía al
que quería oírle-, cuando las circunstancias lo permitan.
Tendremos de ellos noticias, y ellos tendrán de nosotros. Los
conozco, son hombres de mucho ingenio. Llevan consigo en el espacio
todos los recursos del arte, de la ciencia y de la industria. Con esto
se hace cuanto se quiere, y ya verán cómo salen del
atolladero".

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