Las indias negras
Capítulo XXII La leyenda del
viejo Silfax
Seis meses después de estos sucesos se
celebraba en la capilla de la mina el casamiento de Harry Ford y de
Elena, interrumpido de un modo tan extraordinario. Inmediatamente
después de recibir la bendición de manos del reverendo
Hobson, los jóvenes esposos, vestidos aún de luto,
volvieron a la choza.
El ingeniero y Simon Ford, libres ya de todo cuidado,
presidieron alegremente la fiesta que siguió a esta ceremonia y
que duró hasta el día siguiente. ¡Memorable fiesta
en que Jack Ryan con su traje escocés, después de llenar
de aire la tripa de su cornamusa, tocó, cantó y
bailó a la vez, consiguiendo un triple triunfo y recogiendo
aplausos de la reunión!
Pero al terminar la fiesta, los trabajos empezaron de
nuevo como todos los días, bajo la dirección del
ingeniero Jacobo Starr.
Respecto de Harry y Elena, es inútil decir si
fueron felices. Ambos encontraron en su unión la felicidad que
merecían.
En cuanto a Simon Ford, el capataz honorario de la
Nueva Aberfoyle, esperaba vivir bastante para celebrar otra cincuentena
con la buena Margarita, que tampoco deseaba otra cosa.
-¡Después de esa celebraremos otra!
-decía Jack Ryan-; dos centenas de años no son muchos
para usted, señor Simon.
-En efecto, hijo mío, tienes razón
-respondía tranquilamente el capataz. Me parece que nada
tendría de particular ser dos veces centenario en este clima de
la Nueva Aberfoyle y en esta atmósfera que no experimenta las
inclemencias del exterior.
Y en cuanto a los demás habitantes de Villa
Carbón, ¿no podrían asistir también a esta
segunda y secular ceremonia? Bien podría ser; pero sólo
el porvenir podía asegurarlo.
Lo cierto es que el buho del viejo Silfax
parecía que iba a gozar también esta longevidad
extraordinaria; y aunque Elena quería felicidad a su lado, desde
la muerte de Silfax, había huido de la choza, como si no le
gustase la sociedad más que a su antiguo amo; y además
parecía que guardaba cierto rencor a Harry, como si viese en
él al primer raptor de Elena, con quien luchó en vano en
la salida del pozo.
Así es que Elena sólo le veía
desde entonces de tiempo en tiempo, volando sobre las aguas del lago
Malcolm.
No se sabe si esperaba que saliese del agua su amigo
de otro tiempo, o si quería descubrirlo, atravesando con sus
miradas penetrantes el abismo que se había tragado a Silfax.
Cada una de estas hipótesis tuvo sus adeptos,
porque el buho llegó a ser legendario e inspiró a Jack
Ryan más de una historia fantástica.
A estas historias, y al alegre compañero de
Harry se debe el que se cante todavía en las minas de Escocia la
leyenda del pájaro de Silfax, el penitente de las minas de
Aberfoyle.

Subir
|