El testamento de un excéntrico
Capítulo XX
Se recordará que Lissy Wag y Jovita Foley se
apresuraron a abandonar Milwaukee el día 28, a fin de que el
misterioso X. K. Z. no las hallara en este punto.
Las dos amigas volvieron a Chicago, y quizás lo
más juicioso hubiera sido no abandonar éste hasta la
víspera del día que el telegrama del notario Tornbrock
llegara a Kentucky, puesto que solamente los separaba algunos cientos
de millas de ese estado. Pero el día 27, Jo. vita Foley, sin
poder contenerse, dijo:
-¿Cuándo partimos?
-Tenemos tiempo -respondió Lissy-. Calcula...
hasta el 6 de junio, y estamos a 27 de mayo, o sea diez días, y
ya sabes que el viaje a Kentucky podemos efectuarlo en veinticuatro
horas
-Sin duda, Lissy; pero no vamos únicamente a
Kentucky, sino a Francfort, su capital, donde existen las cuevas de
Mammoth una de las maravillas de los Estados Unidos y hasta del mundo,
según se dice. ¡Qué ocasión para visitar
esas grutas! En fin, ¿cuándo partimos?
-Tan pronto como quieras.
-Entonces, mañana por la mañana.
-Sea -concedió Lissy Wag.
Al día siguiente, el expreso llevaba a las dos
viajeras durante ciento treinta millas a través de Illinois,
hasta Danville, cerca de la frontera de Indiana. Por la tarde
franquearon esta frontera y se apearon para comer en
Indianápolis, que es la capital de este estado.
El día 29, a las ocho y quince, partieron en el
primer tren para Luisville y a las once y cincuenta y nueve el viaje
había terminado.
Durante todo el día se dedicaron a visitar
Luisville bañada por el,Ohio, atravesaron este río por el
largo puente que une dicha ciudad con New Albany y Jefferson, y por
fin, a las nueve de la noche, en extremo fatigadas, estaban de vuelta
en el hotel.
-¿Cuándo partimos? -preguntó
Líssy.
-Mañana por la mañana.
-¿Tan pronto, cuando bastarán algunas
horas para llegar al término de nuestro viaje? Tenemos
tiempo.
-¡Nunca hay tiempo suficiente, cuando se trata
visitar las cuevas de Mammoth! -.respondió Jovita Foley-.
Duerme, querida, ya te despertaré.
Al día siguiente, el tren conducía a las
dos jóvenes en dirección sur, un trayecto de ciento
cinetienta millas, hasta las célebres grutas.
Antes del mediodía, las dos amigas penetraban
en el Mammoth-Hotel, establecimiento de primer orden, situado cerca de
la entrada de las grutas, en un sitio encantador.
A pesar de la curiosidad que la devoraba, Jovita Foley
tuvo que dejar para el día siguiente su visita a las cuevas,
pues a la hora indicada todos los guías habían partido
ya. Así que pasó su tiempo paseando por los alrededores
de aquel valle encantador, y subiendo por las sombrías orillas
del río, que en mil cascadas va a precipitarse al Green
River.
-Quisiera estar ya en el día de mañana
-no pudo dejar de decir Jovita Foley, antes de dar las buenas noches a
su amiga, cuando se retiraron a dormir.
Al amanecer no pudo resistirse Lissy Wag al imperioso
llamamiento de su amiga, que le decía que abandonara el lecho y
se vistiera, con lo que a las ocho las dos amigas encontrábanse
dispuestas a abandor el hotel.
La exploración de las grutas del Kentucky, en
parte conocida, exige de siete a ocho días. La principal arteria
mide de tres a cuatro leguas, y la inmensa excavación, once mil
millones de metros cúbicos. Está escalonada en todos los
sentidos por centenares de paseos, corredores, galerías y pasos,
y bueno es repetirlo todo esto constituye solamente la parte
actualmente descubierta.
Era el día 31 de mayo, y hasta el 6 de junio
por la mañana en que debían partir las dos viajeras,
tenían seis días, que bien empleados, debían
bastar para satisfacer a la más curiosa de las visitantes,
aunque ésta Jovita Foley.
Las dos amigas realizaron esta excursión en
numerosa companía, y en excursiones sucesivas, organizadas bajo
la dirección de los mejores guías al servicio de las
grutas de Kentucky.
Con trajes de abrigo, pues la temperattura es baja en
el fondo de aquellas cuevas, los turistas tomaron, a las nueve en
punto, el sendero que serpentea por entre las rocas y conduce a las
grutas. Llegaron ante la abertura de un macizo, simple orificio de
corredor, que ha quedado tal como la naturaleza lo formó, y por
el que los hombres de alta estatura no pueden pasar sin inclinar la
cabeza.
Delante iban los guías con linternas y
antorchas encendidas. A poco, los excursionistas llegaron a una
escalera tallada en la roca. Esta escalera, a la que sigue una
galería de mayor anchura, conduce directamente a la vasta sala
de la Rotonda.
En este punto se ramifican múltiples pasos,
cuyas sinuosidades es conveniente conocer si no se quiere correr el
riesgo de extraviarse. Por un largo corredor los turistas llegaron a
una de las más espaciosas cavernas de Mammoth, a la que se ha
dado el nombre de Iglesia Gótica, caverna de una belleza y
grandiosidad absolutas, donde las estalactitas y estalagmitas parecen
imitar órganos y altares.
-Vamos, Lissy, ¿lamentas haber hecho el viaje?
-preguntó Jovita, llena de entusiasmo.
-No, Jovita. Todo esto es muy hermoso. Pero, me
espanto ante la idea de que pudiera una extraviarse aquí.
-Cierto. Calcula si nos viéramos perdidas en
las Mammoth Caves, faltando a la llegada del telegrama del señor
Turnbrock.
Continuando la expedición, fue preciso, varias
veces, encorvarse y hasta gatear por. los estrechos conductos para
llegar a la sala de los Revenants. Allí tuvo un gran
desencanto Jovita Foley, ante la que no se apareció ninguno de
los fantasmas que soñaba evocar en aquellas subterráneas
cavidades.
En realidad, la sala de los Revenants es un
sitio de descanso; alumbrado con la luz de las antorchas, y en que se
veía un mostrador donde estaba preparado el almuerzo, servido
por el personal de Mammoth Hotel.
A esta parte de las grutas se limitó la primera
visita, que sería seguida de varias otras.
Una excelente comida y una noche de reposo devolvieron
a las dos amigas las fuerzas necesarias para la exploración del
siguiente día.
Recorriendo estas maravillosas cuevas -un paseo por el
mundo encantado de Las mil y una noches-, quedaban
generosamente pagadas las fatigas, y Jovita Foley convenía en
que tal espectáculo superaba los límites de la
imaginación humana. Por eso, durante cinco días, la
enérgica joven, demostrando una energía que rindió
a la mayor parte del resto de los excursionistas y aun a los mismos
guías, se impuso la tarea de explorar todo lo que se
conocía de las célebres grutas, aunque disgustada por no
poderse lanzar a lo desconocido. Pero su amiga no podía hacer lo
mismo y tuvo que pedir gracia después de la tercera jornada. No
hay que olvidar la enfermedad pasada, y era preciso que no se fatigara
para continuar el viaje.
Así es que Lissy Wag no acompañó
a Jovita Foley en las últimas excursiones, perdiéndose
las innumerables bellezas que aún aguardaban al resto de los
excursionistas, como la Cámara Estrellada, la Cúpula
Gigante, el Salón de Baile, y el emotivo paseo en barca por el
río subterráneo Styk, que como un Jordán de las
entrañas terrestres va a precipitarse en un Mar Muerto.
Tales son las incomparables maravillas de estas grutas
que aún no han entregado más que una parte sus
secretos.
Al fin terminaron los cinco días de que Jovita
Foley y su compañera podían disponer para permanecer en
Marnmoth Caves. El 6 de junio el telegrama debía llegar al
despacho mismo del hotel. Debido al interés que los muchos
turistas que allí habían sentían por la jugadora
número cinco, la mañana del siguiente día se
pasó en febril ansiedad, impaciencia que solamente Lissy Wag tal
vez no sentía, Desde las ocho, los huéspedes del hotel se
amontonaban frente al despacho del Telégrafo esperando el
telegrama expedido desde Chicago por el notario Tornbrock.
Difícil sería pintar la emoción
del público que rodeaba a las dos amigas. ¿Dónde
las dirigiría el azar? ¿Serían enviadas al
límite de América? ¿Alcanzarían gran
ventaja sobre los demás jugadores?
Media hora después sonó el timbre del
aparato, Un telegrama llegaba a nombre de Lissy Wag, Mammoth Hotel,
Mammoth Caves, Kentucky.
Reinó un profundo silencio, tanto dentro como
fuera de la oficina.
Y cuales no serían el estupor, el
descorazonamiento, hasta la desesperación, cuando Jovita Foley
leyó con voz temblorosa:
“Catorce, por siete doble, casilla cincuenta y
dos, San Luis, estado de Missuri.”
Era ésta la casilla correspondiente a la
prisión, donde después de haber pagado una triple prima,
la desdichada Lissy Wag tenía que permanecer hasta el momento en
que un no menos desdichado jugador fuera a libertarla, ocupando su
sitio.
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