El testamento de un excéntrico
Capítulo XVI
El 15 de mayo, al mediodía, en la oficina de
Telégrafos de Fort Riley, Max Real había recibido el
telegrama enviado el mismo día desde Chicago. Diez, por cinco y
cinco, era el número de la segunda jugada del primer
jugador.
Contando desde la octava casilla, estado de Kansas, el
jugador cae en una de las casillas de Illinois. Pero la regla lo obliga
a doblar este número, de manera que veinte puntos lo conducen a
a la casilla veintiocho, estado de Wyoming.
-¡Feliz suerte! -dijo Max Real, cuando Tommy y
él regresaron al hotel.
-Si mi amo está contento -respondió el
joven-, también yo debo estarlo.
-Sí lo estoy -respondió Max Real-, por
dos razones. La primera, porque el viaje no será largo, pues
Kansas y Wyoming casi se tocan en uno de sus ángulos, a segunda,
porque tendremos tiempo para visitar la región más
hermosa de los Estados Unidos, ese maravilloso Parque Nacional de
Yellowstone que aún no conozco. ¡Esto se llama buena
estrella! Sacar precisamente ese número diez, que me hace
adelantar un doble paso, y pone a Wyoming en mi camino.
¿Comprendes, Tommy, comprendes?
-¡No!, mi amo -respondió Tommy.
Esto importaba poco, y Max Real no podía menos
que felicitarse por el resultado de la segunda jugada, aunque le
pusiera tras de Lissy Wag y del comodoro Urrican. Por la primera, no le
importaba, y en cuanto a este último, como es ya sabido, estaba
condenado a recomenzar la partida. Y realmente, no sólo este
viaje no era fatigoso, sino que permitiría al jugador
número uno visitar aquel admirable rincón de Wyoming.
Así, pues, deseando consagrar a tal visita el
mayor tiempo posible, y no disponiendo más que de quince
días, del 15 al 29 de mayo, Max Real resolvió partir
inmediatamente de la pequeña ciudad de Fort Riley.
El pintor debía encontrar en Cheyenne, capital
de Wyoming, el siguiente telegrama expedido a su nombre a menos que
otro no ganara antes la partida. Realmente; bastaba con que Hodge
Urrican obtuviera el número diez para llegar a la casilla
sesenta y tres y últirna, puesto que en la primera jugada, con
gran avance sobre sus compañeros, había sido enviado a la
casilla cincuenta y tres.
Si Max Real se hubiera limitado a ir desde Fort Riley
a Cheyenne, hubiera efectuado este viaje de cuatrocientas cincuenta
millas en un solo dia, utilizando los trenes que ponen en
comunicación a las dos ciudades. Sin embargo, la distancia que
tenía que recorrer sería doble por lo menos, puesto que
la intención del pintor era subir hasta el ángulo
noroeste de Wyoming, ocupado por el Parque Nacional.
Así que recibió el telegrarna, Max Real
estudió los itinerarios del ferrocarril, para escoger el mas
corto.
De este estudio resultaba que las dos líneas de
la Union Pacific ofrecían, poco más o menos, las
mismas garantías de rapidez.
La primera sube de Kansas a Nebraska, y, por
Marysville, Kearney City, North Platte, Ogallalla y Antelope, llega el
ángulo sureste de Wyoming, y conduce a Cheyenne. La segunda, por
Salina, Ellis, Oagley, Monument y Wallace, toca en la frontera de
Colorado a Monotony, se dirige hacia Denver, capital del estado, y por
Jersey, Brighton, La Salle y Doves, gana la frontera de Wyoming para
detenerse en Cheyenne.
El pabellón morado -no se habrá olvidado
que éste el era el color que al primer jugador
correspondía- dio la preferencia al segundo itinerario. Cuando
llegara a Cheyenne combinaría otro para llegar en el plazo
más breve al cuadrilátero del Parque Nacional.
Max Real partió, pues, en la tarde del
día 16, con sus utensilios de pintor, quedando Tommy encargado
de la maleta y ambos montaron en el tren. Inmensas, sin rampas ni
pendientes, aquellas planicies occidentales de Kansas son regadas por
el Arkansas, que desciende de los White Mountains de
Colorado.
Durante la noche el tren franqueó la frontera
geométrica de los dos estados, y al amanecer se detuvo en
Denver.
Max Real no dispuso ni una hora para ver esta ciudad.
El tren para Cheyenne iba a partir, y no subir en él
significaría un día de retraso. El trayecto de cien
millas que el tren recorre, dejando al oeste el magnífico
panorama de los Snowy Ranges, se hizo rápidamente.
¿Qué es Cheyenne? Es el nombre de un
río, de una ciudad, y también el de los indios que en
otra época habitaban en la comarca.
La ciudad tuvo su origen en un campamento de los
primeros buscadores de oro, y hoy cuenta más de doce mil
habitantes.
Wyoming no tiene límites naturales. Es
país de montañas imponentes y profundos valles, en los
que nacen los ríos Colorado, Columbia y Missuri.
Siguiendo su costumbre, Max Real guardó el
más profundo incógnito. Chayenne no supo que aquel
día poseía a uno de los jugadores del match
Hypperbone, al que no esperaba tan pronto. Max Real evitó, pues,
las recepciones, banquetes y ceremonias con las que sin duda le hubiera
obsequiado una población dispuesta al entusiasmo y a las
fiestas.
Desembarcado la mañana del 16 de mayo, Max Real
tomó las medidas necesarias para dirigirse sin retraso al Parque
Nacional. De haber tenido más tiempo hubiera podido hacer el
viaje en coche, deteniéndose a su gusto por esa región de
altas planicies, innumerables arroyos y caprichosos afluentes.
Visitando los sinuosos valles, los espesos bosques... Sí,
caminar de este modo, con toda libertad. ¿Pero podía
olvidar que en él, además de un artista, había un
jugador que no se pertenecía, que juguete del azar, estaba a
merced de éste, que dependía de un golpe de dados, que
estaba reducido al papel de un peón de tablero de damas?... En
el fondo esto no dejaba de humillarlo.
"Un peón que la casualidad mueve a su
antojo", se decía, "no soy otra cosa. Esto significa
el abandono de toda humana dignidad; por una probabilidad contra seis
de embolsarme la herencia de ese excéntrico difunto. Yo hubiera
debido enviar al diablo al notario Tornbrock y no tomar parte en esta
ridícula partida; retirándome de ella hubiera dado gran
satisfacción a los otros jugadores, menos a la dulce y modesta
Lissy Wag, porque esta joven me ha parecido poco satisfecha de figurar
en el grupo de los Siete. ¡Al diablo! ¡Allí lo
mandaría ahora mismo. si no fuera por no desilusionar a mi
madre! En fin, veamos cuánto puedo ver de Yellowstone en diez
días."
Así razonaba Max Real después de haber
estudiado el itinerario más apropiado a las circunstancias.
Aparte de eso, viajar como él deseaba hubiera sido exponerse no
sólo a retrasos sino a peligros, pues la parte central de
Wyoming no es muy segura cuando se recorre sin escolta Es posible un
mal encuentro con las fieras y hay que temer algún ataque de los
indios, de esos sioux nómadas que no todos están
acantonados en sus terrenos.
Dos líneas transcontinentales unen a Nueva York
y San Francisco; la primera pasa por Ogden y la segunda por Topeka,
Denver y sube a Cheyenne, sobre la primera línea. Desde esta
ciudad, el ferrocarril atraviesa Wyoming, Utah, Nevada y California, y
termina en el océano Pacífico.
Desde Utah a Ogden se extiende un ramal que pasa a
corta distancia del Parque Nacional, cuyo territorio pertenece en una
pequeña parte a los dos estados mencionados y al tercero en su
mayor parte.
De Cheyenne a Ogden no hay más que quinientas
quince millas y de Ogden a Monida, la estación más
próxima del Parque Nacional, cuatrocientas cincuenta solamente;
en total, menos de mil. Max Real, deseoso de llegar por el camino
más corto al ángulo noroeste de Wyoming, eligió
este itinerario, que si lo alejaba un poco, le permitía visitar
Ogden.
Así es que aquella misma noche, guardando el
mismo incógnito que a su llegada, Max Real y Tommy se
instalararon en el tren y atravesaron las extensas llanuras de Laramie.
Dormían profundamente cuando llegaron a la estación de
Benton City. Después, sin que despertaran, el tren dejó
atrás Aawlins, Granger, las Buttes Noires y
penetró al fin en el territorio de Utah y se detuvo en Ogden la
mañana del 27.
Allí la Union Pacific extiende un
ramal de cuatrocientas cincuenta millas hasta Helena. En este mismo
punto proyecta un segundo hacia el sur, que une a Ogden con Great Salt
Lake City, la capital del estado, la gran ciudad mormónica de la
que tanto se ha hablado.
¡Qué ocasión tenía Max Real
de visitar la famosa ciudad sin apartarse más de treinta y seis
millas! Abstúvose de ello, no obstante.
No hay que decir que entre la estación de
Monida, donde se detuvo el jugador número uno, y el Parque
Nacional, existen rápidos y cómodos medios de
comunicación. Max Real pudo abandonar inmediatamente a Monida, y
algunas horas después, en compañía de Tommy,
llegó a su destino. Max Real permaneció allí
durante todo el tiempo de que podía disponer. Por fortuna, nadie
sospechaba que aquel joven fuera uno de los jugadores del
match Hypperbone. Pudo, pues, ir y venir, admirando aquellas
curiosidades naturales, y preciso es confesar que Max Real no
olvidaría nunca las maravillas del Parque Nacional.
Así es que Max Real, sin ocuparse del tiempo
que transcurría hizo provisión de imperecederos recuerdos
ante el espectáculo que visitó como infatigable turista;
los alrededores del lago Yellowstone y los estanques de ondas de
púrpura que lo rodean.
Max Real caminando de maravilla en maravilla,
recorrió las llanuras y fondos lacustres.

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