El testamento de un excéntrico
Capítulo XXVII
Harris T. Kymbale aún se encontraha sobre el
banco de la estación de Telégrafos de Olimpia, medio
desvanecido, lo que no es de extrañar, después del duro
recorrido en bicieleta.
Algunos minutos después, se recobró del
síncope, gracias a una enérgica mezcla de whisky y
ginebra, pudiendo conocer el texto del telegrama, que decía
asi.
Kymbale, Olimpia, Washington.
Nueve, por cinco y cuatro, Dakota del Sur, Yankton. TORNBROCK.
El periodista del Tribune no tenía
motivos para quejarse del resultado de la jugada. Tomando
posesión de la casilla treinta y nueve, no tenía delante
más que a X. K. Z., primero, en Minnesota; a Max Real, a quien
la desgraciada jugada de Tom Crabbe había enviado a
Pennsilvanla, para ocupar el lugar del boxeador, segundo; y a Lissy
Wag, tercera, en Virginia. Ocupaba el cuarto lugar, pues, delante del
comodoro Urrican, que esperaba en Wisconsin su próxima partida.
Hermann Titbury estaba clavado por veinte días aún en
Luisiana, y Tom Crabbe se veía condenado a la prisión de
San Luis hasta el final de la partida, si alguno de los jugadores no lo
reemplazaba.
Aunque dispusiera de quince días, del 18 de
junio al 2 de julio, para hacer el viaje a Dakota del Sur, Harris T.
Kymbale no quiso perder uno solo. Sin esperar esta vez el itinerario
que le iba a enviar el secretario del Tribune, él mismo
se lo combinó de manera satisfactoria.
La distancia total entre los dos puntos, Olimpia y
Yankton, era de mil setecientas millas, y aunque este trayecto
ordinariamente podía ser recorrido en treinta y dos horas, ha de
tenerse en cuenta el paso de las Montañas Rocosas y admitir la
posibilidad de bastantes retrasos. Prudente resolución fue,
pues, la que decidió al periodista a partir de Olimpia al
día siguiente.
El ferrocarril, al salir de Olimpia, se dirigió
primero hacia el noreste, hacia Tacorna, para tomar después el
sureste y, atravesando el maravilloso estado de Washington se
adentró en el de Idaho y más tarde en el de Montana, a
través de la indescriptible región de las Rocosas.
Por desgracia, el tiempo no era bueno y el cielo
presentaba un aspecto amenazador. La tensión eléctrica no
había cesado de aumentar desde veinticuatro horas antes. Pesadas
y tormentosas nubes se levantaban en el horizonte, y Harris T. Kymbale
pudo asistir al desencadenamiento de una de estas grandes tormentas,
que son grandiosas en el país de las montañas.
La tempestad no tardó en tomar proporciones
espantosas. Los viajeros experimentaban natural temor, por más
que los trenes en plena marcha estén, por regla general, poco
expuestos. Sin embargo, la frecuencia de los relámpagos, que se
sucedían de segundo en segundo, los estallidos de los truenos,
cuyos ecos repercutían de manera interminable, los rayos cayendo
sobre los árboles y las rocas, los animales asustados, gamos,
antílopes, osos negros, que huían de todas partes, todo
reunido formaba incomparable espectáculo que los viajeros
pudieron observar en la tarde del 20.
Por fin dejaron atrás la tormenta, así
como el estado de Montana, después de multitud de paradas,
entrando en el estado de Dakota del Norte, llegando a Fargo, en la
frontera occidental de Minnesota, el 23 por la mañana. Harris T.
Kymbale pasó en Fargo todo el día 23 sin darse a
conocer.
Al día siguiente 24, el periodista montaba en
el tren que se dirigía a Dakota del Sur. Por suerte, la
última sección del ferrocarril de Medary a Sioux Falls
City acababa de ser construida, y aquel mismo día iba a ser
entregada a la circulación, de modo que el periodista no se
vería obligado a hacer una parte del recorrido en carruaje.
Franqueó, pues, la línea convencional
que separa las dos Dakotas, y eran las once cuando el tren se detuvo
cerca del pueblecito de Madery. Harris vio apearse a todos los
pasajeros.
Dirigiéndose entonces a un empleado de la
vía, preguntó:
-¿El tren se detiene aquí?
-Aquí mismo.
-¿No se inaugura hoy la linea entre Medary y
Sioux Falls City?
-No, señor.
-¿Cuándo, pues?
-Mañana.
Era una gran contrariedad.
Pero en aquel momento vio que un tren se
disponía a marchar de la estación de Medary, en
dirección a Yankton.
-¿Y ese tren? -preguntó.
-Oh, ese tren... -respondió el empleado con
tono extraño.
-¿No va a partir?
-Sí, a las doce y trece.
-¿Para Yankton?
-Oh, Yankton. -respondió con el mismo tono
singular.
El tren no era de viajeros, y sólo se
componía de dos furgones de equipajes unidos a la locomotora,
que parecía estar a plena presión.
-Ésta es la mía -se dijo Harris T.
Kymbale-. Puesto que hasta mañana no se inaugura la vía,
para ir de Medary a Sioux Falls City, bueno es un tren de
mercancías.
La estación estaba desierta en aquel momento.
Todos los viajeros parecían terer prisa en abandonarla. Ni un
empleado en el andén; únicamente el maquinista y el
fogonero se encargaban de cargar el hogar de la locomotora. Sin ser
visto, el periodista pudo penetrar en un furgón, esconderse en
un rincón y esperar la partida.
A las doce y trece, el tren partió con
brusquedad extraordinaria. Transcurrieron diez minutos, durante los
cuales aumentó la velocidad del tren hasta ser excesiva.
Circunstancia extraña: cuando el tren pasaba
ante las estaciones, el maquinista no hacía silbar la
locomotora.
Harris T. Kymbale se levantó y miró por
una ventanilla situada en la parte delantera del furgón.
¡No había nadie en la locomotora, ni
maquinista, ni fogonero! De pronto lanzó un grito de
terror...
Por la misma vía, a medio cuarto de milla,
aparecía otro tren que venía en sentido contrario,
animado también de velocidad vertiginosa.
Algunos segundos después se produjo el
espantoso choque. Las dos locomotoras se habían hundido la una
en la otra con indescriptible violencia, rompiendo los furgones unos
contra otros. Luego, tras formidable explosión, los restos de
las dos calderas volaron por el espacio.
Y entonces, al estrépito de la
explosión, se unieron los hurras de miles de personas, agrupadas
al lado de la vía, a suficiente distancia para no tener que
temer del tremendo choque.
Eran los curiosos que habían presenciado el
organizado espectáculo del choque de dos trenes a toda
marcha.
Y de este modo fue inaugurada la línea de
ferrocarril entre Medary y Sioux Falls City.

Subir
|